viernes, 25 de octubre de 2013

Mi lucha contra el tiempo

Te escribo porque el tiempo
ha caído
las horas renunciaron
y me quedé atascada
en este aliento
en estas náuseas
en el adiós que no tuvimos
y el saludo que se detuvo.
Te escribo porque los brazos del reloj
no me dan calor
Y el tiempo se tomó un día libre,
se olvidó que estamos presos
en él.
La frecuencia se fue
de vacaciones
y se llevó el patrón del encuentro,
nuestro encuentro.

Y ahora no soy rumor de multitudes
ni burlas entre luces

Solo espero por el tiempo.

sábado, 19 de octubre de 2013

Carta tardía en medio del desasosiego

Necesito desahogarme, lo cual inevitablemente es un atajo para ahogarme. Patalear desesperadamente en el océano no te saca de la tempestad. Escribo porque no sé cómo caminar ahora. Olvidé qué incita mis pasos. No sé cómo avanzar sin extender una mano hacia atrás para que me alcances, ni seguirte si no estás guiándome. A veces me cuesta batallar contra la circunstancia, los husos horarios, el verano que derrite los huesos de tus caderas y la tinta que no se desliza tan fácilmente sobre el papel.  No sé cepillarme los dientes sin la sorpresa del agua tibia, no sé cómo dejar de buscarte en el vapor. No he querido lavar mi cabello, las hebras buscarían enredarse entre tus dedos para aferrarse al recuerdo de la última lavada por tus manos.

Dejé de saber las cosas. Dejé de conocerlo todo, pues tiré todo y saqué todo de mí para andar únicamente con tu recuerdo. Debería ser ilegal caminar por este planeta con tanta certeza, aun dentro de todo lo indefinido e indefinible. Ya no hay incertidumbre recorriendo mi espina dorsal. Ya no me abruma el escalofrío que antecede al miedo. Ahora sé que estás, sé que existes; aunque ya no estén tus manos, ni tus besos, ni tus caricias. Pero estás. Estuviste. Estuvimos. Y estoy. Por primera vez, soy un náufrago que sabe que solo es cuestión de tiempo hasta encontrar tierra. Y esa es la mayor diferencia entre quienes están perdidos y quienes solo están viviendo una aventura.

Tu muerte

Tu muerte no se llora.
Simplemente la izamos en el aire.
Y así lo dijo él.
El guardián y nuestro refugio.


Tu muerte no se llora.
La izamos en el aire.
Porque amarte fue la bandera de mi libertad
el símbolo de nuestra patria
el hogar escondido en tu pecho.
Porque amarte pasó a ser el sentido,
la representación de mi existencia,
su única justificación.
Y cuando te vayas con el viento,
tu nombre será un himno de despedida,
un saludo,
una mano que rasguña el corazón.




domingo, 12 de mayo de 2013

Mudar la piel

A mi familia matriarcal de Tiquicia: Karla Solano, Gabriela Zumbado y Mariana Zumbado.

La mujer amaneció odiando todos los rincones, todos los espacios, todos los pedazos; se despertó con la terrible conciencia de saberse finita. Fue sacudida por la presencia del cosmos plegada a su ser y su no ser, plasmado en cada bloque; cada célula era un evento que se hacía parte de ella, de cada curva, cada línea del cuerpo interminable. Exhaló un suspiro hastiado, cargado de sueños incompletos. La mujer intentaba arduamente soñar con aquello que pensaba antes de irse a dormir, quería replicar la fantasía diurna; debajo de su almohada yacían todas las esperanzas, rabietas, mordiscos y lágrimas. La mujer dormía boca abajo para sentir la presión del deseo sobre su cabeza sin tener que verla. Esa mañana, con el hocico aplastado contra las arrugas de la sábana, la almohada era más difícil de remover. El mundo tenía un peso inamovible, se trazaba sobre una circunferencia de tragedia infinita; ella solo quería bajarse en la esquina. Gritó. Contra los brazos del amante invisible pataleó. Volvió a gritar.

La mujer vociferaba excusas para acabar con el hilo y el discurso. Estaba enredada en listones blancos, solemnes lazos que la ataban a su cama. Era irreconocibles cenizas, un esbozo de su existencia. Parecía haberse convertido en tan solo el boceto de esa mujer. Quería rasgar el papel, destruir por completo esa idea interrumpida que todos se habían hecho de ella. La destrucción se sabía como otra forma de creación, el cataclismo de su totalidad era necesario para la catarsis del alma; con un abrupto giro ya se encontraba en el medio del colchón, abierta, esperando. La soledad se hallaba en la caída y la elevación cansada del pecho desnudo.

Comenzó resbalando sus yemas a lo largo de su abdomen, oprimiendo la piel abultada. Sus dedos trazaron el contorno de sus caderas, la hendidura inocente que precedía a sus hinchados muslos. Calentó sus manos entre sus piernas. La mujer se sentía dueña de cada uno de sus pétalos, queridos o no. Escurrió una garra y apretó una de sus nalgas, patinando hacia sus piernas. Clavó sus uñas en sus sesgados senos, el filo de sus uñas cortaba lentamente el pezón cargado de besos agrestes. Le tomó horas. Mordió sus dedos y capturó entre dientes un tajo de su pellejo. Tiró de él violentamente, desnudando sus manos. No desistió hasta desvestir sus brazos. Arrancó la cáscara de sus muslos, hasta sentir que su cuerpo se sostenía sobre sus breves tobillos. Hundió sus uñas en el abismo del ombligo, rasgando cada una de sus partes usadas. Veintitrés mariposas se habían escondido en su corteza y en un instante batieron las alas teñidas de vino para no regresar jamás.

Cada recuerdo ausente flotaba en el aire como una partícula del polvo, danzando con el sol; había cierta gracia en la despedida de lo indeseable. La mujer se hallaba desnuda, abierta, esperando y ahora completamente erguida. En carne viva, más viva que nunca.

martes, 26 de marzo de 2013

Ojos grises

Quiero agradecerte…

Por lidiar con mis piojos, por lidiar conmigo. Por la sopita especial que nos hacías a mi hermano y a mí. Por lavarme las medias. Por coserme los pantalones del colegio. Por mandarme a hacer las tortas en mi cumpleaños, por mandar a hacer los disfraces de cada obra de teatro. Por ponerme talquito en las axilas después de bañarme con una motica felpuda. Por bañarme con agua tibia, incluso cuando no tenías agua caliente y tenías que calentarla en una olla. La mezclabas, se convertía en la temperatura perfecta, y me bañabas con un balde. Por lavarme mis tiernos rizos con champú. Por revisar todas las noches si estaba durmiendo bien, y por arroparme cuando notabas que no. Por curarme las orejas cuando los desgraciados secuestradores las destrozaron. Por ir a todas mis presentaciones cuando mis padres no iban, porque estaban muy ocupados.

Te amo y te voy a amar siempre. Te he extrañado durante todos estos años y creo que nunca dejaré de hacerlo. Perdóname. Perdóname por todo. Perdóname por haber sido una idiota y haber rectificado cuando ya no podías estar consciente. Perdóname por haberte rechazado cuando me querías enseñar a coser… Ahora lo hago y lo disfruto un montón. Perdóname por no haber ido con mi vestido naranja a tu cama cuando cumplí quince años. Perdóname por haberme reído. Perdóname por haberte hecho parte de las anécdotas. Perdóname. Perdóname. Perdóname como yo debo perdonar a Dios por no permitirte ver la mujer en la que me he convertido. Y espero que Dios también me permita perdonarme a mí misma.

domingo, 3 de marzo de 2013

Prosa de un verano invertido

Que la culpa no es mía, que la culpa es de la tierra.
Que culpo a la tierra porque la llevo sobre los hombros,
Con la sangre enardecida que irá a regar
Otro huerto.
Que me duele el costado
Porque la mejilla de la luna se aparece en todos lados
Y la tengo que compartir contigo.
Que no es culpa mía, que la tierra tiene la culpa.
Que Orión te está viendo llevártela cada seis meses
Y me deja sin nada,
Para que mis ojos desistan,
Cansados,
De mirar en la oscuridad.




Costa Rica, 13/03/2023

miércoles, 13 de febrero de 2013

Acuarelas



El problema que tiene la humanidad es de desprendimiento. Nos gusta aferrarnos a las cosas y no queremos perderlas. Desesperadamente conservamos un afán de hacer prisioneros a lo hermoso), a lo que nos perturba desde el alma al todo. Por eso creamos arte; buscamos inmortalizar para no sentir el abandono de nuestras emociones, queremos encontrarlas a través del tiempo. Por eso creemos en Dios, el abandono de una raza es intolerable.  Pero es esta conciencia que cargamos de la ausencia la que nos inspira a amar, a arriesgarnos, a soñar. Nuestro problema es el mayor beneficio de nuestra especie.

Mi lucha contra el tiempo

viernes, 25 de octubre de 2013 · 0 comentarios

Te escribo porque el tiempo
ha caído
las horas renunciaron
y me quedé atascada
en este aliento
en estas náuseas
en el adiós que no tuvimos
y el saludo que se detuvo.
Te escribo porque los brazos del reloj
no me dan calor
Y el tiempo se tomó un día libre,
se olvidó que estamos presos
en él.
La frecuencia se fue
de vacaciones
y se llevó el patrón del encuentro,
nuestro encuentro.

Y ahora no soy rumor de multitudes
ni burlas entre luces

Solo espero por el tiempo.

Carta tardía en medio del desasosiego

sábado, 19 de octubre de 2013 · 0 comentarios

Necesito desahogarme, lo cual inevitablemente es un atajo para ahogarme. Patalear desesperadamente en el océano no te saca de la tempestad. Escribo porque no sé cómo caminar ahora. Olvidé qué incita mis pasos. No sé cómo avanzar sin extender una mano hacia atrás para que me alcances, ni seguirte si no estás guiándome. A veces me cuesta batallar contra la circunstancia, los husos horarios, el verano que derrite los huesos de tus caderas y la tinta que no se desliza tan fácilmente sobre el papel.  No sé cepillarme los dientes sin la sorpresa del agua tibia, no sé cómo dejar de buscarte en el vapor. No he querido lavar mi cabello, las hebras buscarían enredarse entre tus dedos para aferrarse al recuerdo de la última lavada por tus manos.

Dejé de saber las cosas. Dejé de conocerlo todo, pues tiré todo y saqué todo de mí para andar únicamente con tu recuerdo. Debería ser ilegal caminar por este planeta con tanta certeza, aun dentro de todo lo indefinido e indefinible. Ya no hay incertidumbre recorriendo mi espina dorsal. Ya no me abruma el escalofrío que antecede al miedo. Ahora sé que estás, sé que existes; aunque ya no estén tus manos, ni tus besos, ni tus caricias. Pero estás. Estuviste. Estuvimos. Y estoy. Por primera vez, soy un náufrago que sabe que solo es cuestión de tiempo hasta encontrar tierra. Y esa es la mayor diferencia entre quienes están perdidos y quienes solo están viviendo una aventura.

Tu muerte

· 0 comentarios

Tu muerte no se llora.
Simplemente la izamos en el aire.
Y así lo dijo él.
El guardián y nuestro refugio.


Tu muerte no se llora.
La izamos en el aire.
Porque amarte fue la bandera de mi libertad
el símbolo de nuestra patria
el hogar escondido en tu pecho.
Porque amarte pasó a ser el sentido,
la representación de mi existencia,
su única justificación.
Y cuando te vayas con el viento,
tu nombre será un himno de despedida,
un saludo,
una mano que rasguña el corazón.




Mudar la piel

domingo, 12 de mayo de 2013 · 0 comentarios

A mi familia matriarcal de Tiquicia: Karla Solano, Gabriela Zumbado y Mariana Zumbado.

La mujer amaneció odiando todos los rincones, todos los espacios, todos los pedazos; se despertó con la terrible conciencia de saberse finita. Fue sacudida por la presencia del cosmos plegada a su ser y su no ser, plasmado en cada bloque; cada célula era un evento que se hacía parte de ella, de cada curva, cada línea del cuerpo interminable. Exhaló un suspiro hastiado, cargado de sueños incompletos. La mujer intentaba arduamente soñar con aquello que pensaba antes de irse a dormir, quería replicar la fantasía diurna; debajo de su almohada yacían todas las esperanzas, rabietas, mordiscos y lágrimas. La mujer dormía boca abajo para sentir la presión del deseo sobre su cabeza sin tener que verla. Esa mañana, con el hocico aplastado contra las arrugas de la sábana, la almohada era más difícil de remover. El mundo tenía un peso inamovible, se trazaba sobre una circunferencia de tragedia infinita; ella solo quería bajarse en la esquina. Gritó. Contra los brazos del amante invisible pataleó. Volvió a gritar.

La mujer vociferaba excusas para acabar con el hilo y el discurso. Estaba enredada en listones blancos, solemnes lazos que la ataban a su cama. Era irreconocibles cenizas, un esbozo de su existencia. Parecía haberse convertido en tan solo el boceto de esa mujer. Quería rasgar el papel, destruir por completo esa idea interrumpida que todos se habían hecho de ella. La destrucción se sabía como otra forma de creación, el cataclismo de su totalidad era necesario para la catarsis del alma; con un abrupto giro ya se encontraba en el medio del colchón, abierta, esperando. La soledad se hallaba en la caída y la elevación cansada del pecho desnudo.

Comenzó resbalando sus yemas a lo largo de su abdomen, oprimiendo la piel abultada. Sus dedos trazaron el contorno de sus caderas, la hendidura inocente que precedía a sus hinchados muslos. Calentó sus manos entre sus piernas. La mujer se sentía dueña de cada uno de sus pétalos, queridos o no. Escurrió una garra y apretó una de sus nalgas, patinando hacia sus piernas. Clavó sus uñas en sus sesgados senos, el filo de sus uñas cortaba lentamente el pezón cargado de besos agrestes. Le tomó horas. Mordió sus dedos y capturó entre dientes un tajo de su pellejo. Tiró de él violentamente, desnudando sus manos. No desistió hasta desvestir sus brazos. Arrancó la cáscara de sus muslos, hasta sentir que su cuerpo se sostenía sobre sus breves tobillos. Hundió sus uñas en el abismo del ombligo, rasgando cada una de sus partes usadas. Veintitrés mariposas se habían escondido en su corteza y en un instante batieron las alas teñidas de vino para no regresar jamás.

Cada recuerdo ausente flotaba en el aire como una partícula del polvo, danzando con el sol; había cierta gracia en la despedida de lo indeseable. La mujer se hallaba desnuda, abierta, esperando y ahora completamente erguida. En carne viva, más viva que nunca.

Ojos grises

martes, 26 de marzo de 2013 · 1 comentarios

Quiero agradecerte…

Por lidiar con mis piojos, por lidiar conmigo. Por la sopita especial que nos hacías a mi hermano y a mí. Por lavarme las medias. Por coserme los pantalones del colegio. Por mandarme a hacer las tortas en mi cumpleaños, por mandar a hacer los disfraces de cada obra de teatro. Por ponerme talquito en las axilas después de bañarme con una motica felpuda. Por bañarme con agua tibia, incluso cuando no tenías agua caliente y tenías que calentarla en una olla. La mezclabas, se convertía en la temperatura perfecta, y me bañabas con un balde. Por lavarme mis tiernos rizos con champú. Por revisar todas las noches si estaba durmiendo bien, y por arroparme cuando notabas que no. Por curarme las orejas cuando los desgraciados secuestradores las destrozaron. Por ir a todas mis presentaciones cuando mis padres no iban, porque estaban muy ocupados.

Te amo y te voy a amar siempre. Te he extrañado durante todos estos años y creo que nunca dejaré de hacerlo. Perdóname. Perdóname por todo. Perdóname por haber sido una idiota y haber rectificado cuando ya no podías estar consciente. Perdóname por haberte rechazado cuando me querías enseñar a coser… Ahora lo hago y lo disfruto un montón. Perdóname por no haber ido con mi vestido naranja a tu cama cuando cumplí quince años. Perdóname por haberme reído. Perdóname por haberte hecho parte de las anécdotas. Perdóname. Perdóname. Perdóname como yo debo perdonar a Dios por no permitirte ver la mujer en la que me he convertido. Y espero que Dios también me permita perdonarme a mí misma.

Prosa de un verano invertido

domingo, 3 de marzo de 2013 · 0 comentarios

Que la culpa no es mía, que la culpa es de la tierra.
Que culpo a la tierra porque la llevo sobre los hombros,
Con la sangre enardecida que irá a regar
Otro huerto.
Que me duele el costado
Porque la mejilla de la luna se aparece en todos lados
Y la tengo que compartir contigo.
Que no es culpa mía, que la tierra tiene la culpa.
Que Orión te está viendo llevártela cada seis meses
Y me deja sin nada,
Para que mis ojos desistan,
Cansados,
De mirar en la oscuridad.




Costa Rica, 13/03/2023

Acuarelas

miércoles, 13 de febrero de 2013 · 0 comentarios



El problema que tiene la humanidad es de desprendimiento. Nos gusta aferrarnos a las cosas y no queremos perderlas. Desesperadamente conservamos un afán de hacer prisioneros a lo hermoso), a lo que nos perturba desde el alma al todo. Por eso creamos arte; buscamos inmortalizar para no sentir el abandono de nuestras emociones, queremos encontrarlas a través del tiempo. Por eso creemos en Dios, el abandono de una raza es intolerable.  Pero es esta conciencia que cargamos de la ausencia la que nos inspira a amar, a arriesgarnos, a soñar. Nuestro problema es el mayor beneficio de nuestra especie.