domingo, 16 de diciembre de 2012

La falta de una metamorfosis.

Una mañana, tras un sueño intranquilo, Andrea Crespo se despertó convertida en la habitual y monstruosa versión de ella misma. 

Terrible ocurrrencia era despertar y darse cuenta de que nada había cambiado.

martes, 4 de diciembre de 2012

Se habla venezolano (desahogo)


Todos somos unos güevones. Partamos de esa premisa y salimos ya de ese peo.
Voy a hablar desde la experiencia porque es lo único que cualquiera lleva consigo. Y creo que todo este peo que cargo encima es la esencia de lo que significa la transculturización, la cual se entiende como “los procesos de difusión o infiltración de complejos o rasgos culturales de una a otra sociedad o grupo social”, dijo otro güevón como yo pero creo que fue a la universidad y terminó posteando la tesis en internet. No le vamos a echar la culpa a la globalización, porque este conflicto es milenario, y es que podemos rastrear esto hasta los colonizadores que se mancillaban a las indígenas y tal (vamos a verlo así, como una tortura, porque eso nos dicen los libros de historia de Venezuela, ya-tú-sabe-los-españoles-son-lo-peor-y-qué-viva-la-resistencia-indígena). Bueno, empiezo con el cuento. Yo me mudé a Costa Rica, me vine para acá sin saber un coño de nadie, de vaina y sabía quién era Óscar Arias, por los discursos y la vaina de paz en Centroamérica. Me vine por varias razones, pero eso no entra aquí, entonces como que borro esta línea. Mejor no. Me vine porque estaba harta de vivir cagadísima y porque surgió una oportunidad laboral para alguien en mi familia que era realmente importante. No quisiera decir que me fui por Chávez, aunque todo, realmente, gira entorno a su omnipotente presencia. No borré la línea. Esta soy yo sin filtro, cruda, desahogándome. Tres veces más vulgar. Porque en mi mente las groserías que digo se entienden y no me tengo que preocupar por que no sea así. Volvamos a eso. De eso quiero hablar: la transculturización. Resulta que yo quería hacer vainas muy de pinga en este país, incluso me instruí decentemente en su historia y en la centroamericana, para poder hablar con propiedad, ¿sabes? Entonces me quise involucrar. Pero algo estaba fallando. Era una barrera que no podía cruzar, como tener un murito pendejo enfrente y la escalerita al lado pero no saber si la quieres usar. 
La vaina es que no me entienden. Digo, tengo pocos amigos ticos y al inicio era de pinga que compartiéramos expresiones y aprendiéramos el argot del otro. Pero yo no usaba la jerga de los ticos y ellos no tenían por qué usar la mía, no estaban en mi país. Entonces por más cómico y buenavaina que suenen ciertas cosas, había ese factorcito de “siempre está hablando en otro registro”. No nos podíamos conectar. Era tan simple como remplazar el “necesito que me digas una vaina” por “ocupo (uy, cómo me caga el mal uso de esa palabra) que me digás algo”.
La cosa es que el venezolano le guarda cierto rencor a los que están afuera y ese güevo se lo tiene que calar uno, tolerar los tuits de la gente que rechaza la opinión de otros solo porque están lejos. Otros venezolanos, tienen la patria sumamente arraigada y no lo pueden ver a uno diciendo otra cosa que no sea “mira, ahí está el chigüire que va comiéndose una arepa y un tomándose un guayoyo con cocuy”. O cualquier variación de una vaina que suene muy nosotros. El caso es que los venezolanos les tienen arrechera a todos los venezolanos que se han ido y que se atreven a cambiar algunas palabritas. Pero es esencial, es básico, es fundamental: si no alteramos en lo más mínimo nuestro lenguaje cuando nos comunicamos con los nativos (podemos verlo como enriquecimiento, si somos optimistas) no vamos a poder transmitir un mensaje de la manera más efectiva. No estoy diciendo que voy a empezar a darle con el ustedeo en todas mis relaciones cercanas, porque me es ajeno y fingido, pero sí siento que hay expresiones ticas que debo usar porque mi vivencia fue tica. No puedo decir otra cosa que “eso es un despiche” si para mis interlocutores lo que sucedió es que se volvió mierda todo, un completo desastre: para ellos es esencialmente un despiche. No voy a decir, tampoco, “el acontecimiento alarmante consistió en la desestructuración de todos los elementos que fundamentaban el asunto a tratar”. ¡¿Por qué?! 
La comunicación es dinámica y bilateral. Y su propósito es expresar ideas, sentimientos, transmitir un mensaje. No gano nada al sucumbir a las amenazas de que me van a odiar mis coterráneos.  Sigo pensando que el español de Venezuela posee cierta supremacía, pero esa soy yo, por mojoneada y pajúa, y porque es el español que mejor sé expresar, es el mío. Pero ya esos estándares le quedan chiquitos al mundo y a este proceso transcultural.  La selección natural discute que los organismos que triunfan son aquellos superiores por su poder de adaptación. Ajá. Y si te mudas y no te adaptas, ¿no crees que te estés saboteando la existencia porque andas en un rollo mental donde sientes que estás sobreviviendo y no tripeándote vivir en el extranjero?
La transculturización tiene su buena vaina y su maltripeo. En parte, nos ayuda a sentir que no estamos solos ni aislados, y que estamos en constante movimiento evolucionario; podemos romper un montón de paradigmas, observarnos desde otra perspectiva y forjar cosas nuevas. Ser cosas nuevas, individuos listos para transitar el mundo. Pero también está esa parte chimba del sentimiento de invasión, donde una cultura siente que vino un poco de gente a montar el rancho en la finca de la noche a la mañana (paréntesis: esto no inició con Chávez, me ladilla burda cuando la habla taaantas güevonadas. Quien leyó Doña Bárbara en noveno grado porque se tomó el trabajo de hacerlo sabe que no es así. Hasta esa maldita le choripaneaba los terrenos de Altamira a Luzardo y se lo caribeaba durísimo al principio. Claro que la obra indica que contra esa vaina se lucha. Sigo. Cierre del paréntesis.) y es por eso que le agarran arrechera a los extranjeros. Los oriundos de la tierra sienten, en un afán retrógrado, que les están robando algo porque les caga la competencia y no ven los beneficios. 
Escribo esto porque me quiero sentir ciudadana del mundo, pero también quiero habitar mi propio cuerpo y expresarme, por un segundo, como me da la gana. Y en mi cabeza se habla venezolano. Suerte con esa vaina. Me entregaré momentáneamente al estereotipo que tenemos (el gastronómico, no el político) y me voy a comer una arepa. 
Fin del (quizás exitoso) comunicado.

sábado, 13 de octubre de 2012

Pasión

La raíz de la palabra pasión es passio, es decir, sufrimiento en latín. Esta viene de patior y tiene sus orígenes en la lengua griega, en la cual, este término es utilizado para referirse a "padecer" de algo o "sufrir" por ello, ya que no tiene remedio.

Lo que trato de anunciarles es que la pasión es, esencialmente, una enfermedad.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Disfraz

Increíble como simplemente uno lavará los platos, hará la cena, secará la ropa, terminará de estudiar y se irá dormir, para levantarse al día siguiente a cumplir obligaciones.

Y durante todo ese tiempo, queriendo morir. Con un pequeño disfraz de vitalidad y alegría, cuando por dentro te has matado veintiocho veces de diferentes maneras.

Superficies emergentes


A Massimo

No pudo más. Ya habían transcurrido 388 días ausencia férrea, letargo y silencio. La mirada del ladrón era incapaz de abandonar la mesa tambaleante; su única pata declamaba orgullo con cada crepúsculo transeúnte.  El ladrón pensaba en la mujer. No se trataba de escribirla, quería develarla al tocarla, y quizás más tarde lograr materializarla en una onda pícara que se infiltrara en su tren de pensamiento.  Encima de la mesa, estaba el recordatorio infernal: un antiguo reloj cuyos soldados de arena alguna vez se hicieron pasar por caballeros, que en su demencia, se enfrentaron a unos molinos de viento.  Uno a uno, los soldados iban cayendo en la fosa eterna, aludiendo al torpe sacrificio.

No era una cuestión de honor en espacios oníricos. Esto le ocurría a quienes intentaban burlar el orden, su propia naturaleza. Tenía un andamio simpático y un carisma arcaico; no era inusual la recepción de miradas patidifusas. El ladrón no poseía condiciones superfluas, ni representaba al enamoramiento pasajero, se había comprometido de por vida con ella. Así, decidió visitar los recuerdos de aquella noche: el cese de los puñales acuosos finalmente le dio la bienvenida a la época decembrina. Ensimismado, se percató de su sentenciada desolación; la consciencia de un ladrón no podía soportar una compañía que fuese aún más foránea que la suya.

 El suelo, bajo el tenue farol, se vislumbraba lúgubre; una sola víctima meditaba en el centro de la plaza mayor. Hacía frío. Una cúpula ajena al modelo generacional cubría sus cabezas, y el ladrón percibió el delgado escalofrío que atacó los finos vellos del cuello distante. La mujer no giró su cabeza, se negó a reconocer su intromisión. Cuando el ladrón avanzó, inmediatamente se supo atrapado; era la silente amenaza de una entrega sin conflagración. Iba a tomar el bolso cuando una mano lo detuvo, entrelazando sus dedos. La víctima pronunció un consentimiento angelical y levantó la tira sobre su cabeza, despojándose de ella. Para él, había dejado de ser suficiente. Quería más, después de atender con deleite a los vocablos de su víctima, no podía arrancárselos del recuerdo. La mujer entregó todas sus posesiones y un hasta luego. Se levantó lentamente, cautelosa, e hizo su escape. El ladrón permaneció inmóvil, absorto en los eventos anteriores y en la sagrada voz de una víctima aleatoria.  Hurtar un bolso lo hacía ver inhábil, igualmente inútil. Era un ejército de un solo hombre, y a su vez, de nadie.

La más vieja de las luchas ocurría dentro de sí mismo. Regresó al día siguiente, y otros tres más; escondido entre columnas podría disfrutar de la armoniosa y diligente voz del rezo. Después de diecisiete plegarias, sintió que conocía a su víctima; podía saborearla con cada súplica. La voz era venenosa, un terrón de azúcar peligroso que se hacía tangible en las manos del ladrón; sentía el almíbar madrugador cuando intentaba recrearla en su bandurria. Sin embargo, cuando sus cuerdas mundanas intentaban recrear las de aquella mujer, la melodía carecía del encanto esencial.  Un bombillo se prendió dentro de él y con la más elemental de las convicciones, se aventuró en la infinidad de la noche.

Esta vez no dudó. El pesado cuerpo delincuente arremetió contra ella; instantáneamente se posaron sobre el frágil cuello los dedos victimizantes. Apretó cuanto pudo hasta poder suscitar un grito blanco de su víctima. Al terminar, empujó el cuerpo inservible y se llevó la voz en sus manos mientras la arrullaba como a un infante, celándola del nefasto orbe.

No pudo más. Ya habían transcurrido 388 días de ausencia férrea, letargo y silencio. Conmemoró el intento fallido de aquella noche, cuando había querido ahogar la voz en un respiro desesperado; su intención era consumar el robo maldito. El ladrón sufrió un impacto del entendimiento y tomó la bandurria una vez más.

Esa noche la convirtió en el fondo, en el centro, en la fachada de su existencia. La música era su mujer; la voz no fue más que una musa en potencia, disfrazada de víctima. El ladrón, ahora, se creía acreedor del misterio y poseedor del único compromiso verdadero al que tantos hombres se hubiesen entregado siglos atrás. Tomó el reloj de arena y violentamente lo puso de cabeza: ahora él construiría su propio tiempo.



El fuego compacto



Hace dos años probé el cigarrillo. El humo, a pesar de ser reconfortante, se fue por el camino viejo, como dicen porai. Me ahogué. Pero como soy un ser humano y apelo al absurdo, no me rendí, seguí con mi terquedad y volví a reclamar el aliento que enciende el fuego del yesquero. Estabas a mi lado, te burlaste de mi torpeza y reclamabas quiescencia. No te iba a conceder un carajo. Lo volví a intentar y me ahogué; quizás repetí la acción tres o cuatro veces. 

Cuando era un niño, creía que “fuego lento” se refería a cigarro, yo vi en el cilindro la muerte de las llamas. Para mí tenía sentido. Cuando fumaba, me estaba tragando el fuego y tenía sentido. Yo exhalaba la muerte de una flama, una última voluntad expirada. No aguanté tus carcajadas y desistí de mi empeño. Ya la cabeza me dolía de tan solo pensar que quienes fuman asesinan, ex profeso, las pasiones.

Hoy me despedí de ti y me entraron unas ganas terribles de fumar.

Primicia

He decidido aceptar mi condición senil nocturna y publicar libremente todos los cuentos que salen y nunca han pasado por un filtro. Estén pendientes.

lunes, 23 de abril de 2012

Mi primer experimento con haikus.


I

Desapareces
a la escondida juegas,
te quedas sola.

II
Mirando al vacío,
se adentró en el mar recio,
y dijo adiós.

miércoles, 18 de enero de 2012

Mi naturaleza.

A la señora en Caracas, por entender la situación del país y la pelazón, gracias. Le agradeceré nuevamente, más adelante.

Hoy me he levantado con la convicción de que el mundo estaba al tanto de mi existencia. No solo el mundo, sino alguna deidad. Imagínense eso. Sentir que el universo, no es que gire a tu alrededor, pero fluye junto a ti y nos vamos convirtiendo en dos cómplices fluviales, luchando por sobrevivir. Siempre he percibido como un hecho aterrador la existencia (o no) de un Dios. Es elegir entre libertad o soledad. Y simplemente no se puede hacer semejante elección. Cuando nacemos, nos resignamos a ser libres e indistintamente, más solitarios. Viene plegada a nosotros, aquella mujer que conocemos (o al menos, yo reconozco) como la soledad intrínseca. No se trata de compañia, sino del aislamiento del ser. El alma resguardada, el alma llorona, las lágrimas que disfraza tu ducha. Los gritos ensordecedores a las cuatro de la mañana y la mañana que no despierta cuando uno la necesita. La mañana es ese amigo ingrato que si lo llamas antes de una hora, no contesta; eventualmente dejándote a solas con la oscuridad. Mis abuelas -materna y paterna- siempre decían que los malagradecidos son malnacidos. Y uno tirándosela del pendejo, rindiéndole culto al sol, pero él se da el lujo de ser un amigo inaccesible, inalcanzable. Indudablemente, no está dispuesto a vislumbrarte cuando más lo necesitas. 

Hoy me he puesto a reflexionar sobre mi naturaleza y sus continuos choques con la de otros, contra toda suposición. Baudelaire, decía en unos de sus poemas que su cuna estaba adosada a su biblioteca. Yo no sería esto, lo que sea que "esto" simbolice, sin mis libros. Sin la lectura, sin el cuestionamiento de la realidad que desesperadamente tocaba mi puerta como un testigo de Jehová. ¡Qué criterio podríamos tener sin leer el de otros! Tratar de negar la unidad, el nexo entre nosotros, es absurdo. Quien me venga con chigüireos, que primero estudie física cuántica y eleve ese concepto a un nivel macroscópico. Porque es, indivisiblemente, lo que somos. No voy a decir que es algo fácil de aceptar, yo estoy llena de odio y tengo que sentirme hermana o relacionada con Ahmadineyad. Pero si nos sentáramos a reflexionar sobre el significado de todo esto, nos sentiríamos unidos y con incontables posibilidades de cambio en nuestras manos. El cambio es lo único constante en la materia, y no solo somos materia, sino la misma. "Murmullos se unen, forman gritos. Juntos, somos revolución".

La filosofía consiste en una serie de preguntas, más que en un recetario de respuestas. ¿Por qué yo entiendo las cosas mejor cuando las veo en un párrafo? y ¿por qué a veces le presto más atención a la manera en que la gente dice las cosas más que a lo que están diciendo? y ¿de dónde viene esa palabra y por qué? esta última con una curiosidad mórbida. Aun cuando el comandante Chávez, descaradamente, dejó en ridículo a María Corina Machado con sus truquitos al disuadir, pensé en traducir simultáneamente el "águila no caza mosca, diputada" a "aquila non capit muscas, deputatus".  Breve pausa de aclaración: Comenzamos en diputada, como a quien se le es asignado un cargo, a diputar, como acción de impartir ese cargo, que viene de deputare, finalmente deputatus. Ya saben, el asignado. Gracias, diccionario etimológico español-latino y gracias a esa señora en Caracas que me bajó diez bolos porque me encontraba pelando bolas. Gracias señora, le debo esto. En fin, después de escuchar el insulto de Chávez, viene el evidente "qué bolas" seguido de frases insultando tanto a Chávez como a la elitista de María Corina, cuyo discurso parecía ensayado y francamente, fuera de lugar. Retomando, aunque ya presenciaron mi afán enfermizo, todo esto decidí cuestionarlo hoy. No relaciono mis cualidades a Dios, las conecto con mi instinto y a la instrucción. Jamás hubiese agarrado un libro si mi curiosidad instintiva no estuviese o sin la imitación de los modelos apropiados; definitivamente tampoco hubiese querido ser lingüista sin escuchar una clase de "Castellano y literatura". Quiero decir, que la psicología tiene este debate entre Naturaleza Vs. Enseñanza, cuando podrían ser ambas cosas si ya hemos probado que todos somos parte de un conglomerado absurdo, un abismo mañanero. Somos parte de los árboles, del sol, del aire, del odio, del amor, de la venganza, del malandro de la esquina, del señor del quiosco. No le debemos nuestras cualidades a todos los santos y al olímpico. Nos debemos nuestra naturaleza, le rendimos cuentas a la misma. Somos parte de otros y de nuestros instintos, yo soy en gran parte producto de varios seres humanos quienes se esforzaron en moldearme. ¡Tanto poder!

Tuve un sueño. Estaba vestida de blanco e intentaba asesinar a Hugo Chávez, mientras una bandera de nueve estrellas (más justa, al menos, el Zulia también era un provincia) colgaba sobre mi cuello. Por supuesto, me mataron a tiros. Caí, caí por lo que pareció una eternidad. Acto seguido, me despojé de mi cuerpo y me fui caminando hacia el sol. Hacia el crepúsculo. Me gusta creer que mi existencia es eterna, más allá de los límites que pone la muerte. Me encanta creer que todos somos infinitos, que nos quedamos en los otros, que nuestra existencia es tan relativa a la vitalidad de una estrella. Este último pensamiento, no es invención propia. Me remito a esto, porque significa que otra persona ya se ha quedado en mí. Todos hemos hecho historia, todos aquellos que escriben y hacen un recuento de lo que pasó aquí. Y los idealistas, los famosos, los que cargan una página en Wikipedia... Simplemente expanden su eternidad. 

Quizás, lo que intento decirte, es que somos infinitos. Infinitos, unidos y minúsculos. Simplemente, "una gota junto a otra hace oleajes, luego mares, océanos". Empieza a cuestionar tu poder y el de los demás. Sin lástima, sin tu autoestima baja... Recordando que eres parte de algo, para bien o para mal. Cicerón, nombraba el uso de ciertas locuciones y una de ellas era: "Cuando salía de casa, presentía que salía en vano". Te aviso, que si has de salir, sal con razón. Enfrenta al mundo, como él te ha enfrentado a ti. Búrlate del universo, mientras él y sus infortunios también se ríen de ti. Te informo, nada más, que eres muy poderoso, hasta quedándote encerrado en tu casa. Te insto, a usar los medios a tu disposición (mira, ¡me lees!) para transmitir un mensaje. Está bien acurrucarse un día, pero no toda una vida. Ten un propósito, sueña, no seas conformista, no dejes que la indiferencia sea, lo que el calcio es para lo huesos, en tu propia alma. No respires por respirar, no pierdas un aliento sin intentar robar el de otro.

A continuación, un ligero eufemismo con sentimiento de consejo para todos los comerciantes, futuros administradores y mujeres que buscan casarse nada más, porque la mamá les dijo. Algo que entendí hace poco, es que uno no debe dedicarse a una profesión, sino a profesionalizar tu pasión. Haz lo que te mueve, te llena, te cambia y te convierte. 

Hasta pronto.
Mis más sinceras gracias, nuevamente, a la señora en Caracas. Mi diccionario está mi amor con te quiero, con sirope de I love you.

La falta de una metamorfosis.

domingo, 16 de diciembre de 2012 · 0 comentarios

Una mañana, tras un sueño intranquilo, Andrea Crespo se despertó convertida en la habitual y monstruosa versión de ella misma. 

Terrible ocurrrencia era despertar y darse cuenta de que nada había cambiado.

Se habla venezolano (desahogo)

martes, 4 de diciembre de 2012 · 0 comentarios


Todos somos unos güevones. Partamos de esa premisa y salimos ya de ese peo.
Voy a hablar desde la experiencia porque es lo único que cualquiera lleva consigo. Y creo que todo este peo que cargo encima es la esencia de lo que significa la transculturización, la cual se entiende como “los procesos de difusión o infiltración de complejos o rasgos culturales de una a otra sociedad o grupo social”, dijo otro güevón como yo pero creo que fue a la universidad y terminó posteando la tesis en internet. No le vamos a echar la culpa a la globalización, porque este conflicto es milenario, y es que podemos rastrear esto hasta los colonizadores que se mancillaban a las indígenas y tal (vamos a verlo así, como una tortura, porque eso nos dicen los libros de historia de Venezuela, ya-tú-sabe-los-españoles-son-lo-peor-y-qué-viva-la-resistencia-indígena). Bueno, empiezo con el cuento. Yo me mudé a Costa Rica, me vine para acá sin saber un coño de nadie, de vaina y sabía quién era Óscar Arias, por los discursos y la vaina de paz en Centroamérica. Me vine por varias razones, pero eso no entra aquí, entonces como que borro esta línea. Mejor no. Me vine porque estaba harta de vivir cagadísima y porque surgió una oportunidad laboral para alguien en mi familia que era realmente importante. No quisiera decir que me fui por Chávez, aunque todo, realmente, gira entorno a su omnipotente presencia. No borré la línea. Esta soy yo sin filtro, cruda, desahogándome. Tres veces más vulgar. Porque en mi mente las groserías que digo se entienden y no me tengo que preocupar por que no sea así. Volvamos a eso. De eso quiero hablar: la transculturización. Resulta que yo quería hacer vainas muy de pinga en este país, incluso me instruí decentemente en su historia y en la centroamericana, para poder hablar con propiedad, ¿sabes? Entonces me quise involucrar. Pero algo estaba fallando. Era una barrera que no podía cruzar, como tener un murito pendejo enfrente y la escalerita al lado pero no saber si la quieres usar. 
La vaina es que no me entienden. Digo, tengo pocos amigos ticos y al inicio era de pinga que compartiéramos expresiones y aprendiéramos el argot del otro. Pero yo no usaba la jerga de los ticos y ellos no tenían por qué usar la mía, no estaban en mi país. Entonces por más cómico y buenavaina que suenen ciertas cosas, había ese factorcito de “siempre está hablando en otro registro”. No nos podíamos conectar. Era tan simple como remplazar el “necesito que me digas una vaina” por “ocupo (uy, cómo me caga el mal uso de esa palabra) que me digás algo”.
La cosa es que el venezolano le guarda cierto rencor a los que están afuera y ese güevo se lo tiene que calar uno, tolerar los tuits de la gente que rechaza la opinión de otros solo porque están lejos. Otros venezolanos, tienen la patria sumamente arraigada y no lo pueden ver a uno diciendo otra cosa que no sea “mira, ahí está el chigüire que va comiéndose una arepa y un tomándose un guayoyo con cocuy”. O cualquier variación de una vaina que suene muy nosotros. El caso es que los venezolanos les tienen arrechera a todos los venezolanos que se han ido y que se atreven a cambiar algunas palabritas. Pero es esencial, es básico, es fundamental: si no alteramos en lo más mínimo nuestro lenguaje cuando nos comunicamos con los nativos (podemos verlo como enriquecimiento, si somos optimistas) no vamos a poder transmitir un mensaje de la manera más efectiva. No estoy diciendo que voy a empezar a darle con el ustedeo en todas mis relaciones cercanas, porque me es ajeno y fingido, pero sí siento que hay expresiones ticas que debo usar porque mi vivencia fue tica. No puedo decir otra cosa que “eso es un despiche” si para mis interlocutores lo que sucedió es que se volvió mierda todo, un completo desastre: para ellos es esencialmente un despiche. No voy a decir, tampoco, “el acontecimiento alarmante consistió en la desestructuración de todos los elementos que fundamentaban el asunto a tratar”. ¡¿Por qué?! 
La comunicación es dinámica y bilateral. Y su propósito es expresar ideas, sentimientos, transmitir un mensaje. No gano nada al sucumbir a las amenazas de que me van a odiar mis coterráneos.  Sigo pensando que el español de Venezuela posee cierta supremacía, pero esa soy yo, por mojoneada y pajúa, y porque es el español que mejor sé expresar, es el mío. Pero ya esos estándares le quedan chiquitos al mundo y a este proceso transcultural.  La selección natural discute que los organismos que triunfan son aquellos superiores por su poder de adaptación. Ajá. Y si te mudas y no te adaptas, ¿no crees que te estés saboteando la existencia porque andas en un rollo mental donde sientes que estás sobreviviendo y no tripeándote vivir en el extranjero?
La transculturización tiene su buena vaina y su maltripeo. En parte, nos ayuda a sentir que no estamos solos ni aislados, y que estamos en constante movimiento evolucionario; podemos romper un montón de paradigmas, observarnos desde otra perspectiva y forjar cosas nuevas. Ser cosas nuevas, individuos listos para transitar el mundo. Pero también está esa parte chimba del sentimiento de invasión, donde una cultura siente que vino un poco de gente a montar el rancho en la finca de la noche a la mañana (paréntesis: esto no inició con Chávez, me ladilla burda cuando la habla taaantas güevonadas. Quien leyó Doña Bárbara en noveno grado porque se tomó el trabajo de hacerlo sabe que no es así. Hasta esa maldita le choripaneaba los terrenos de Altamira a Luzardo y se lo caribeaba durísimo al principio. Claro que la obra indica que contra esa vaina se lucha. Sigo. Cierre del paréntesis.) y es por eso que le agarran arrechera a los extranjeros. Los oriundos de la tierra sienten, en un afán retrógrado, que les están robando algo porque les caga la competencia y no ven los beneficios. 
Escribo esto porque me quiero sentir ciudadana del mundo, pero también quiero habitar mi propio cuerpo y expresarme, por un segundo, como me da la gana. Y en mi cabeza se habla venezolano. Suerte con esa vaina. Me entregaré momentáneamente al estereotipo que tenemos (el gastronómico, no el político) y me voy a comer una arepa. 
Fin del (quizás exitoso) comunicado.

Pasión

sábado, 13 de octubre de 2012 · 0 comentarios

La raíz de la palabra pasión es passio, es decir, sufrimiento en latín. Esta viene de patior y tiene sus orígenes en la lengua griega, en la cual, este término es utilizado para referirse a "padecer" de algo o "sufrir" por ello, ya que no tiene remedio.

Lo que trato de anunciarles es que la pasión es, esencialmente, una enfermedad.

Disfraz

miércoles, 3 de octubre de 2012 · 0 comentarios

Increíble como simplemente uno lavará los platos, hará la cena, secará la ropa, terminará de estudiar y se irá dormir, para levantarse al día siguiente a cumplir obligaciones.

Y durante todo ese tiempo, queriendo morir. Con un pequeño disfraz de vitalidad y alegría, cuando por dentro te has matado veintiocho veces de diferentes maneras.

Superficies emergentes

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A Massimo

No pudo más. Ya habían transcurrido 388 días ausencia férrea, letargo y silencio. La mirada del ladrón era incapaz de abandonar la mesa tambaleante; su única pata declamaba orgullo con cada crepúsculo transeúnte.  El ladrón pensaba en la mujer. No se trataba de escribirla, quería develarla al tocarla, y quizás más tarde lograr materializarla en una onda pícara que se infiltrara en su tren de pensamiento.  Encima de la mesa, estaba el recordatorio infernal: un antiguo reloj cuyos soldados de arena alguna vez se hicieron pasar por caballeros, que en su demencia, se enfrentaron a unos molinos de viento.  Uno a uno, los soldados iban cayendo en la fosa eterna, aludiendo al torpe sacrificio.

No era una cuestión de honor en espacios oníricos. Esto le ocurría a quienes intentaban burlar el orden, su propia naturaleza. Tenía un andamio simpático y un carisma arcaico; no era inusual la recepción de miradas patidifusas. El ladrón no poseía condiciones superfluas, ni representaba al enamoramiento pasajero, se había comprometido de por vida con ella. Así, decidió visitar los recuerdos de aquella noche: el cese de los puñales acuosos finalmente le dio la bienvenida a la época decembrina. Ensimismado, se percató de su sentenciada desolación; la consciencia de un ladrón no podía soportar una compañía que fuese aún más foránea que la suya.

 El suelo, bajo el tenue farol, se vislumbraba lúgubre; una sola víctima meditaba en el centro de la plaza mayor. Hacía frío. Una cúpula ajena al modelo generacional cubría sus cabezas, y el ladrón percibió el delgado escalofrío que atacó los finos vellos del cuello distante. La mujer no giró su cabeza, se negó a reconocer su intromisión. Cuando el ladrón avanzó, inmediatamente se supo atrapado; era la silente amenaza de una entrega sin conflagración. Iba a tomar el bolso cuando una mano lo detuvo, entrelazando sus dedos. La víctima pronunció un consentimiento angelical y levantó la tira sobre su cabeza, despojándose de ella. Para él, había dejado de ser suficiente. Quería más, después de atender con deleite a los vocablos de su víctima, no podía arrancárselos del recuerdo. La mujer entregó todas sus posesiones y un hasta luego. Se levantó lentamente, cautelosa, e hizo su escape. El ladrón permaneció inmóvil, absorto en los eventos anteriores y en la sagrada voz de una víctima aleatoria.  Hurtar un bolso lo hacía ver inhábil, igualmente inútil. Era un ejército de un solo hombre, y a su vez, de nadie.

La más vieja de las luchas ocurría dentro de sí mismo. Regresó al día siguiente, y otros tres más; escondido entre columnas podría disfrutar de la armoniosa y diligente voz del rezo. Después de diecisiete plegarias, sintió que conocía a su víctima; podía saborearla con cada súplica. La voz era venenosa, un terrón de azúcar peligroso que se hacía tangible en las manos del ladrón; sentía el almíbar madrugador cuando intentaba recrearla en su bandurria. Sin embargo, cuando sus cuerdas mundanas intentaban recrear las de aquella mujer, la melodía carecía del encanto esencial.  Un bombillo se prendió dentro de él y con la más elemental de las convicciones, se aventuró en la infinidad de la noche.

Esta vez no dudó. El pesado cuerpo delincuente arremetió contra ella; instantáneamente se posaron sobre el frágil cuello los dedos victimizantes. Apretó cuanto pudo hasta poder suscitar un grito blanco de su víctima. Al terminar, empujó el cuerpo inservible y se llevó la voz en sus manos mientras la arrullaba como a un infante, celándola del nefasto orbe.

No pudo más. Ya habían transcurrido 388 días de ausencia férrea, letargo y silencio. Conmemoró el intento fallido de aquella noche, cuando había querido ahogar la voz en un respiro desesperado; su intención era consumar el robo maldito. El ladrón sufrió un impacto del entendimiento y tomó la bandurria una vez más.

Esa noche la convirtió en el fondo, en el centro, en la fachada de su existencia. La música era su mujer; la voz no fue más que una musa en potencia, disfrazada de víctima. El ladrón, ahora, se creía acreedor del misterio y poseedor del único compromiso verdadero al que tantos hombres se hubiesen entregado siglos atrás. Tomó el reloj de arena y violentamente lo puso de cabeza: ahora él construiría su propio tiempo.



El fuego compacto

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Hace dos años probé el cigarrillo. El humo, a pesar de ser reconfortante, se fue por el camino viejo, como dicen porai. Me ahogué. Pero como soy un ser humano y apelo al absurdo, no me rendí, seguí con mi terquedad y volví a reclamar el aliento que enciende el fuego del yesquero. Estabas a mi lado, te burlaste de mi torpeza y reclamabas quiescencia. No te iba a conceder un carajo. Lo volví a intentar y me ahogué; quizás repetí la acción tres o cuatro veces. 

Cuando era un niño, creía que “fuego lento” se refería a cigarro, yo vi en el cilindro la muerte de las llamas. Para mí tenía sentido. Cuando fumaba, me estaba tragando el fuego y tenía sentido. Yo exhalaba la muerte de una flama, una última voluntad expirada. No aguanté tus carcajadas y desistí de mi empeño. Ya la cabeza me dolía de tan solo pensar que quienes fuman asesinan, ex profeso, las pasiones.

Hoy me despedí de ti y me entraron unas ganas terribles de fumar.

Primicia

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He decidido aceptar mi condición senil nocturna y publicar libremente todos los cuentos que salen y nunca han pasado por un filtro. Estén pendientes.

Mi primer experimento con haikus.

lunes, 23 de abril de 2012 · 0 comentarios


I

Desapareces
a la escondida juegas,
te quedas sola.

II
Mirando al vacío,
se adentró en el mar recio,
y dijo adiós.

Mi naturaleza.

miércoles, 18 de enero de 2012 · 0 comentarios

A la señora en Caracas, por entender la situación del país y la pelazón, gracias. Le agradeceré nuevamente, más adelante.

Hoy me he levantado con la convicción de que el mundo estaba al tanto de mi existencia. No solo el mundo, sino alguna deidad. Imagínense eso. Sentir que el universo, no es que gire a tu alrededor, pero fluye junto a ti y nos vamos convirtiendo en dos cómplices fluviales, luchando por sobrevivir. Siempre he percibido como un hecho aterrador la existencia (o no) de un Dios. Es elegir entre libertad o soledad. Y simplemente no se puede hacer semejante elección. Cuando nacemos, nos resignamos a ser libres e indistintamente, más solitarios. Viene plegada a nosotros, aquella mujer que conocemos (o al menos, yo reconozco) como la soledad intrínseca. No se trata de compañia, sino del aislamiento del ser. El alma resguardada, el alma llorona, las lágrimas que disfraza tu ducha. Los gritos ensordecedores a las cuatro de la mañana y la mañana que no despierta cuando uno la necesita. La mañana es ese amigo ingrato que si lo llamas antes de una hora, no contesta; eventualmente dejándote a solas con la oscuridad. Mis abuelas -materna y paterna- siempre decían que los malagradecidos son malnacidos. Y uno tirándosela del pendejo, rindiéndole culto al sol, pero él se da el lujo de ser un amigo inaccesible, inalcanzable. Indudablemente, no está dispuesto a vislumbrarte cuando más lo necesitas. 

Hoy me he puesto a reflexionar sobre mi naturaleza y sus continuos choques con la de otros, contra toda suposición. Baudelaire, decía en unos de sus poemas que su cuna estaba adosada a su biblioteca. Yo no sería esto, lo que sea que "esto" simbolice, sin mis libros. Sin la lectura, sin el cuestionamiento de la realidad que desesperadamente tocaba mi puerta como un testigo de Jehová. ¡Qué criterio podríamos tener sin leer el de otros! Tratar de negar la unidad, el nexo entre nosotros, es absurdo. Quien me venga con chigüireos, que primero estudie física cuántica y eleve ese concepto a un nivel macroscópico. Porque es, indivisiblemente, lo que somos. No voy a decir que es algo fácil de aceptar, yo estoy llena de odio y tengo que sentirme hermana o relacionada con Ahmadineyad. Pero si nos sentáramos a reflexionar sobre el significado de todo esto, nos sentiríamos unidos y con incontables posibilidades de cambio en nuestras manos. El cambio es lo único constante en la materia, y no solo somos materia, sino la misma. "Murmullos se unen, forman gritos. Juntos, somos revolución".

La filosofía consiste en una serie de preguntas, más que en un recetario de respuestas. ¿Por qué yo entiendo las cosas mejor cuando las veo en un párrafo? y ¿por qué a veces le presto más atención a la manera en que la gente dice las cosas más que a lo que están diciendo? y ¿de dónde viene esa palabra y por qué? esta última con una curiosidad mórbida. Aun cuando el comandante Chávez, descaradamente, dejó en ridículo a María Corina Machado con sus truquitos al disuadir, pensé en traducir simultáneamente el "águila no caza mosca, diputada" a "aquila non capit muscas, deputatus".  Breve pausa de aclaración: Comenzamos en diputada, como a quien se le es asignado un cargo, a diputar, como acción de impartir ese cargo, que viene de deputare, finalmente deputatus. Ya saben, el asignado. Gracias, diccionario etimológico español-latino y gracias a esa señora en Caracas que me bajó diez bolos porque me encontraba pelando bolas. Gracias señora, le debo esto. En fin, después de escuchar el insulto de Chávez, viene el evidente "qué bolas" seguido de frases insultando tanto a Chávez como a la elitista de María Corina, cuyo discurso parecía ensayado y francamente, fuera de lugar. Retomando, aunque ya presenciaron mi afán enfermizo, todo esto decidí cuestionarlo hoy. No relaciono mis cualidades a Dios, las conecto con mi instinto y a la instrucción. Jamás hubiese agarrado un libro si mi curiosidad instintiva no estuviese o sin la imitación de los modelos apropiados; definitivamente tampoco hubiese querido ser lingüista sin escuchar una clase de "Castellano y literatura". Quiero decir, que la psicología tiene este debate entre Naturaleza Vs. Enseñanza, cuando podrían ser ambas cosas si ya hemos probado que todos somos parte de un conglomerado absurdo, un abismo mañanero. Somos parte de los árboles, del sol, del aire, del odio, del amor, de la venganza, del malandro de la esquina, del señor del quiosco. No le debemos nuestras cualidades a todos los santos y al olímpico. Nos debemos nuestra naturaleza, le rendimos cuentas a la misma. Somos parte de otros y de nuestros instintos, yo soy en gran parte producto de varios seres humanos quienes se esforzaron en moldearme. ¡Tanto poder!

Tuve un sueño. Estaba vestida de blanco e intentaba asesinar a Hugo Chávez, mientras una bandera de nueve estrellas (más justa, al menos, el Zulia también era un provincia) colgaba sobre mi cuello. Por supuesto, me mataron a tiros. Caí, caí por lo que pareció una eternidad. Acto seguido, me despojé de mi cuerpo y me fui caminando hacia el sol. Hacia el crepúsculo. Me gusta creer que mi existencia es eterna, más allá de los límites que pone la muerte. Me encanta creer que todos somos infinitos, que nos quedamos en los otros, que nuestra existencia es tan relativa a la vitalidad de una estrella. Este último pensamiento, no es invención propia. Me remito a esto, porque significa que otra persona ya se ha quedado en mí. Todos hemos hecho historia, todos aquellos que escriben y hacen un recuento de lo que pasó aquí. Y los idealistas, los famosos, los que cargan una página en Wikipedia... Simplemente expanden su eternidad. 

Quizás, lo que intento decirte, es que somos infinitos. Infinitos, unidos y minúsculos. Simplemente, "una gota junto a otra hace oleajes, luego mares, océanos". Empieza a cuestionar tu poder y el de los demás. Sin lástima, sin tu autoestima baja... Recordando que eres parte de algo, para bien o para mal. Cicerón, nombraba el uso de ciertas locuciones y una de ellas era: "Cuando salía de casa, presentía que salía en vano". Te aviso, que si has de salir, sal con razón. Enfrenta al mundo, como él te ha enfrentado a ti. Búrlate del universo, mientras él y sus infortunios también se ríen de ti. Te informo, nada más, que eres muy poderoso, hasta quedándote encerrado en tu casa. Te insto, a usar los medios a tu disposición (mira, ¡me lees!) para transmitir un mensaje. Está bien acurrucarse un día, pero no toda una vida. Ten un propósito, sueña, no seas conformista, no dejes que la indiferencia sea, lo que el calcio es para lo huesos, en tu propia alma. No respires por respirar, no pierdas un aliento sin intentar robar el de otro.

A continuación, un ligero eufemismo con sentimiento de consejo para todos los comerciantes, futuros administradores y mujeres que buscan casarse nada más, porque la mamá les dijo. Algo que entendí hace poco, es que uno no debe dedicarse a una profesión, sino a profesionalizar tu pasión. Haz lo que te mueve, te llena, te cambia y te convierte. 

Hasta pronto.
Mis más sinceras gracias, nuevamente, a la señora en Caracas. Mi diccionario está mi amor con te quiero, con sirope de I love you.