lunes, 21 de febrero de 2011

La Literatura Venezolana (Artículo periodístico - escolar)

La literatura hecha en Venezuela ha sido subestimada a través del tiempo, desvirtuando el arte en nuestra cara y los primeros causantes de semejante atrocidad somos nosotros: los venezolanos. Quizás este hecho se haya dado por factores que se han salido de control con el pasar de los años; trayendo autores extranjeros a nuestro país y eventualmente obligando a los venezolanos a adueñarse de versos ajenos porque sin poesía y estética no es posible vivir, por definición el arte conlleva la expresión del individuo. Es posible encontrar a cualquier ciudadano que haya leído poemas de Pablo Neruda o Mario Benedetti, ignorando sus raíces porque simplemente padece del triste desconocimiento. Si de autores venezolanos se tratara no van más allá de Aquiles Nazoa, Vicente Gerbasi o el maravilloso Rómulo Gallegos, cuyas obras representan por completo la creación de este territorio.


Esta nueva sección por ningún motivo busca desprestigiar a los genios literarios mencionados anteriormente, sino resaltar aquellos autores contemporáneos que de manera fantástica y sin recibir el reconocimiento adecuado, han definido el arte venezolano con el pasar de las décadas. Quizás la poesía venezolana no sea tan popular porque plasma el amor de manera tácita en versos melancólicos, a diferencia de otros autores latinoamericanos, que expresan directamente lo que sienten: lo común es leer estrofas románticas de un paisaje estético, sin abusar de las metáforas. La poesía venezolana conserva el misterio metafórico con el balance perfecto de un estado poético; así como la tristeza y la pérdida, ganándose el espacio oscuro que todos poseemos y no sabemos cómo expresarlo exactamente. He observado que realiza una descripción extensa de la situación, dejando que el ambiente guíe las emociones en vez del sujeto. Desde un inicio la literatura venezolana impulsa al paisaje a cobrar vida, en todos los géneros. La narrativa reciente, combina el patriotismo y las situaciones del día a día con un aire jocoso que brinda un texto entretenido. Definitivamente tiene muchísimo por ofrecer y es por esto que este nuevo espacio existe, servirá como puente entre los lectores y los escritores patrios. Poetas y narradores como Luis Alberto Crespo, Teófilo Tortolero, Víctor Valera Mora, Eugenio Montejo, Alejandro Oliveros, Miyó Vestrini, Reynaldo Pérez So, Rafael Cadenas y José Rafael  Pocaterra, Salvador Garmendia, Arturo Úslar Pietri, Francisco Massiani, Eduardo Liendo, Milagros Socorro, entre otros; no deben ser condenados al olvido. Si no apreciamos lo propio, jamás entenderemos el valor identitario de la buena letra hecha en casa.

sábado, 12 de febrero de 2011

Cacotanasia

Mordía el lápiz con sed de justicia, masticando el borrador despiadadamente como si se tratara de la vida misma, quería acabar con la falsa creencia de que los errores pueden desaparecer. Murmuraba constantemente, convenciéndose de lo equivocado y pensando que jamás le enseñaría tal cosa a sus querubines ficticios. Besó el cigarro de nuevo y aspiró el rechazo, finalmente decidiendo estrellar el vicio contra la antigüedad de una mesa mientras expiraba el último aliento de la única cosa que parecía quererla. Decidió entonces apuñalar su mano para asesinar a la creación misma, su obra maestra se hallaba en la punta del lapicero, de esos que nunca se equivocan y siguen a la convicción propia. 

Tomó la hoja en blanco y rápidamente cortó los dedos que alguna vez trazaron literatura sobre el pecho imaginario. Jugó con la prosa y cantó con la lírica, escribió centenares de epístolas  sin destino, acostumbrándose una vez más a ser la ceniza abandonada. Había sido desechada por todos y dormía para dejar de sentir, ya no servía para aquello. Devoró las uñas que tendían a magullar a los amantes, el recuerdo más amargo le advertía todo el tiempo que aferrarse a una espalda no la harían conquistar nada, ya no tenía reino. Las paredes le susurraban, el grafito incrustado estaba harto de su esencia y la mesa tambaleaba lejos, recorriendo las distancias más largas del mundo justo ahora más que nunca. Abrió un libro, drogándose lentamente con poesía y versos ajenos, adueñándose de las estrofas a la fuerza: las sílabas métricas tendían a huir para negarle amores pasajeros.

Por más que intentaba desaparecer, los sueños le resultaban esquivos.  Con frecuencia moría entre  párrafos, tratando de acoplar palabras estéticas para salvarse la vida. Hoy la palabra era una extraña y ella era un mero intruso en el mundo caníbal de las letras. Tomó el lapicero para escribirse, inventarse, terminarse, sentirse,  crearse, vivirse y matarse como si fuera la primera vez. Cavó en su pecho los discursos inconclusos, entregándose al acto final de su obra maestra.

Este cuento es dedicado a mi locura, me está fastidiando bastante últimamente.

La Literatura Venezolana (Artículo periodístico - escolar)

lunes, 21 de febrero de 2011 · 0 comentarios

La literatura hecha en Venezuela ha sido subestimada a través del tiempo, desvirtuando el arte en nuestra cara y los primeros causantes de semejante atrocidad somos nosotros: los venezolanos. Quizás este hecho se haya dado por factores que se han salido de control con el pasar de los años; trayendo autores extranjeros a nuestro país y eventualmente obligando a los venezolanos a adueñarse de versos ajenos porque sin poesía y estética no es posible vivir, por definición el arte conlleva la expresión del individuo. Es posible encontrar a cualquier ciudadano que haya leído poemas de Pablo Neruda o Mario Benedetti, ignorando sus raíces porque simplemente padece del triste desconocimiento. Si de autores venezolanos se tratara no van más allá de Aquiles Nazoa, Vicente Gerbasi o el maravilloso Rómulo Gallegos, cuyas obras representan por completo la creación de este territorio.


Esta nueva sección por ningún motivo busca desprestigiar a los genios literarios mencionados anteriormente, sino resaltar aquellos autores contemporáneos que de manera fantástica y sin recibir el reconocimiento adecuado, han definido el arte venezolano con el pasar de las décadas. Quizás la poesía venezolana no sea tan popular porque plasma el amor de manera tácita en versos melancólicos, a diferencia de otros autores latinoamericanos, que expresan directamente lo que sienten: lo común es leer estrofas románticas de un paisaje estético, sin abusar de las metáforas. La poesía venezolana conserva el misterio metafórico con el balance perfecto de un estado poético; así como la tristeza y la pérdida, ganándose el espacio oscuro que todos poseemos y no sabemos cómo expresarlo exactamente. He observado que realiza una descripción extensa de la situación, dejando que el ambiente guíe las emociones en vez del sujeto. Desde un inicio la literatura venezolana impulsa al paisaje a cobrar vida, en todos los géneros. La narrativa reciente, combina el patriotismo y las situaciones del día a día con un aire jocoso que brinda un texto entretenido. Definitivamente tiene muchísimo por ofrecer y es por esto que este nuevo espacio existe, servirá como puente entre los lectores y los escritores patrios. Poetas y narradores como Luis Alberto Crespo, Teófilo Tortolero, Víctor Valera Mora, Eugenio Montejo, Alejandro Oliveros, Miyó Vestrini, Reynaldo Pérez So, Rafael Cadenas y José Rafael  Pocaterra, Salvador Garmendia, Arturo Úslar Pietri, Francisco Massiani, Eduardo Liendo, Milagros Socorro, entre otros; no deben ser condenados al olvido. Si no apreciamos lo propio, jamás entenderemos el valor identitario de la buena letra hecha en casa.

Cacotanasia

sábado, 12 de febrero de 2011 · 1 comentarios

Mordía el lápiz con sed de justicia, masticando el borrador despiadadamente como si se tratara de la vida misma, quería acabar con la falsa creencia de que los errores pueden desaparecer. Murmuraba constantemente, convenciéndose de lo equivocado y pensando que jamás le enseñaría tal cosa a sus querubines ficticios. Besó el cigarro de nuevo y aspiró el rechazo, finalmente decidiendo estrellar el vicio contra la antigüedad de una mesa mientras expiraba el último aliento de la única cosa que parecía quererla. Decidió entonces apuñalar su mano para asesinar a la creación misma, su obra maestra se hallaba en la punta del lapicero, de esos que nunca se equivocan y siguen a la convicción propia. 

Tomó la hoja en blanco y rápidamente cortó los dedos que alguna vez trazaron literatura sobre el pecho imaginario. Jugó con la prosa y cantó con la lírica, escribió centenares de epístolas  sin destino, acostumbrándose una vez más a ser la ceniza abandonada. Había sido desechada por todos y dormía para dejar de sentir, ya no servía para aquello. Devoró las uñas que tendían a magullar a los amantes, el recuerdo más amargo le advertía todo el tiempo que aferrarse a una espalda no la harían conquistar nada, ya no tenía reino. Las paredes le susurraban, el grafito incrustado estaba harto de su esencia y la mesa tambaleaba lejos, recorriendo las distancias más largas del mundo justo ahora más que nunca. Abrió un libro, drogándose lentamente con poesía y versos ajenos, adueñándose de las estrofas a la fuerza: las sílabas métricas tendían a huir para negarle amores pasajeros.

Por más que intentaba desaparecer, los sueños le resultaban esquivos.  Con frecuencia moría entre  párrafos, tratando de acoplar palabras estéticas para salvarse la vida. Hoy la palabra era una extraña y ella era un mero intruso en el mundo caníbal de las letras. Tomó el lapicero para escribirse, inventarse, terminarse, sentirse,  crearse, vivirse y matarse como si fuera la primera vez. Cavó en su pecho los discursos inconclusos, entregándose al acto final de su obra maestra.

Este cuento es dedicado a mi locura, me está fastidiando bastante últimamente.