domingo, 10 de abril de 2011

Divagando hasta la Iluminación

Hoy me siento distinta. Mi corazón fue excretado a mi torrente sanguíneo y viajó bastante, se filtró por algún tejido y apareció en mi estómago, latiendo fuertemente. Tengo el corazón en el estómago y no es un eufemismo, no quiero que me cocine ningún hombre. Estoy diciendo que tengo el corazón en el estómago porque hay un sentimiento de culpa que no puedo desaparecer ni con los borradores de los bolígrafos, que hasta al hampa venezolana pueden tumbar. La culpa es una emoción adquirida, es decir, tú me hiciste esto. Podría saberme al mismísimo casabe si hiero tus sentimientos o no, pero estoy atada a ti, de todas las formas menos una. Y creo que es la menos relevante en esta historia.

Me gusta(s). Pero no es eso lo que me pasa, mi depresión recurrente no se trata de este compromiso ficticio que decidió salir al aire. Hoy desperté inmóvil. Tenía mucha sed y dolor de huesos, conseguí levantarme aunque me pesara la existencia como en los días nublados, parecía que estuviese subiendo un páramo. Tomé Té Listo, que aunque nadie lo admita, es la representación güarapera del Nestea. Me sentí miserable todo el día, recordé a Mauricio y nuestras interminables charlas, justificando la intensidad de los domingos. Me odié a mí misma, como siempre, la verdad es que tiendo a ser muy rutinaria. Todos tenemos nuestros daddy issues y hoy me sentí asqueada por la forma en la que fingías que todo estaba bien. Nada está bien. Es hipócrita de mi parte reclamarte por eso, yo lo hago todos los días de 8 de la mañana a 3 de la tarde. Aporto lo que queda de mí, sobrevivo sin vivir.

La verdad es que no estoy acostumbrada a tomar, no alivio las penas con el alcohol, yo solo duermo el dolor. El problema es que ya no duermo. Duermo lo suficiente cuando caigo inconsciente y luego despierto al transcurrir poco tiempo, es una maldición que me está siguiendo desde que empecé a leer filosofía. Ahora se han ido mis libros y ando pelando bolas, por lo que no puedo leer lo que quiero. Entonces mi insomnio no es una sombra pasiva, ahora me está persiguiendo.

Siempre he pensado que las depresiones clínicas no existen, que la motivación puede con todo, que la filantropía tiene como himno Waving Flag cuando nos une una misma pasión. Que la salvación se encuentra en la Teoría del reforzamiento... Pero no basta con querer salvarse, hay que saber protegerse. Protegerse de uno mismo. El malandro del kiosco te puede quitar el BlackBerry y tú te dejas (aunque para ti, ese teléfono era una extensión de tus manos) pero quién dijo que los crímenes materiales eran los más peligrosos. Es mentira. El choro más peligroso es uno mismo. Sin darnos cuenta, nos vamos quitando todo lo que nos compone cuando caemos en la misantropía y en la impotencia, ante un mundo dormido e inmutable. La motivación se agota y con eso llega la entrega al vacío o el deseo desesperado de caer en uno. Ahí es cuando saltas de tu cama y te das cuenta que hasta en sueños evitamos desvanecernos, que no queremos dejarnos caer incluso en el subconsciente.

Antes no creía en las depresiones clínicas, después creí y luego solo entendí que existen pero no son eternas. Ninguna dura para siempre. Hay, entonces, salvación. No estoy segura de la protección, porque ocurre sin darnos cuenta, aunque esto es solo cuestión de agnósticos. Pero todas las personas que están deprimidas todavía tienen chance, siempre lo tendrán. Ninguno de nosotros posee la convicción de dejarse morir de esa manera; si tu vida está en trance, puedes caerte para despertar. Se trata de abrir los ojos y darte cuenta de que algo estaba realmente mal.

Mientras escribía esta entrada tuve una epifanía, una mera revelación de lo que me sucede. Puse mi vida en pausa, mientras todos los demás avanzan... Todo es producto de una creencia. Empecé a pensar que mi vida aquí culminó y le podré dar play en San José. Quizás es porque empezaré a luchar por una beca, por la supervivencia, por una nueva vida. Amé Venezuela demasiado, me gocé muchísimo ser hija de esta patria perdida pero ya ando nadando en lo patético, rebuscando razones para permanecer aquí. Ya todos tienen su vida amorosa que está echando pa'lante, las pruebas en la Carabobo, el carro nuevo y yo... No. Simplemente no, un no rotundo que indica que tengo el pasaje en avión para la segunda semana de Julio.

Ahora es cuestión de observación y preparación para las carencias futuras. A donde vaya seguiré luchando con las mismas maldiciones de toda la vida, pero la motivación de alcanzar mis metas me impulsarán más que cualquier santo. Es esa sensación donde la perdición es un espanto llanero y se encuentra a la vuelta de la esquina, por lo que te genera un miedo terrible. Más que ser acechada por el Silbón. Ciertamente escuchamos el silbido de la perdición a lo lejos cuando está cerca, es ese miedo común de perdernos en el camino... Pero todos esperamos reencontrarnos con nosotros mismos cientos de veces. 

Será un placer apretarme la mano y verme a mí misma cuantas veces sean necesarias para entender que el aprendizaje no es un objetivo, es parte de uno.

Divagando hasta la Iluminación

domingo, 10 de abril de 2011 · 0 comentarios

Hoy me siento distinta. Mi corazón fue excretado a mi torrente sanguíneo y viajó bastante, se filtró por algún tejido y apareció en mi estómago, latiendo fuertemente. Tengo el corazón en el estómago y no es un eufemismo, no quiero que me cocine ningún hombre. Estoy diciendo que tengo el corazón en el estómago porque hay un sentimiento de culpa que no puedo desaparecer ni con los borradores de los bolígrafos, que hasta al hampa venezolana pueden tumbar. La culpa es una emoción adquirida, es decir, tú me hiciste esto. Podría saberme al mismísimo casabe si hiero tus sentimientos o no, pero estoy atada a ti, de todas las formas menos una. Y creo que es la menos relevante en esta historia.

Me gusta(s). Pero no es eso lo que me pasa, mi depresión recurrente no se trata de este compromiso ficticio que decidió salir al aire. Hoy desperté inmóvil. Tenía mucha sed y dolor de huesos, conseguí levantarme aunque me pesara la existencia como en los días nublados, parecía que estuviese subiendo un páramo. Tomé Té Listo, que aunque nadie lo admita, es la representación güarapera del Nestea. Me sentí miserable todo el día, recordé a Mauricio y nuestras interminables charlas, justificando la intensidad de los domingos. Me odié a mí misma, como siempre, la verdad es que tiendo a ser muy rutinaria. Todos tenemos nuestros daddy issues y hoy me sentí asqueada por la forma en la que fingías que todo estaba bien. Nada está bien. Es hipócrita de mi parte reclamarte por eso, yo lo hago todos los días de 8 de la mañana a 3 de la tarde. Aporto lo que queda de mí, sobrevivo sin vivir.

La verdad es que no estoy acostumbrada a tomar, no alivio las penas con el alcohol, yo solo duermo el dolor. El problema es que ya no duermo. Duermo lo suficiente cuando caigo inconsciente y luego despierto al transcurrir poco tiempo, es una maldición que me está siguiendo desde que empecé a leer filosofía. Ahora se han ido mis libros y ando pelando bolas, por lo que no puedo leer lo que quiero. Entonces mi insomnio no es una sombra pasiva, ahora me está persiguiendo.

Siempre he pensado que las depresiones clínicas no existen, que la motivación puede con todo, que la filantropía tiene como himno Waving Flag cuando nos une una misma pasión. Que la salvación se encuentra en la Teoría del reforzamiento... Pero no basta con querer salvarse, hay que saber protegerse. Protegerse de uno mismo. El malandro del kiosco te puede quitar el BlackBerry y tú te dejas (aunque para ti, ese teléfono era una extensión de tus manos) pero quién dijo que los crímenes materiales eran los más peligrosos. Es mentira. El choro más peligroso es uno mismo. Sin darnos cuenta, nos vamos quitando todo lo que nos compone cuando caemos en la misantropía y en la impotencia, ante un mundo dormido e inmutable. La motivación se agota y con eso llega la entrega al vacío o el deseo desesperado de caer en uno. Ahí es cuando saltas de tu cama y te das cuenta que hasta en sueños evitamos desvanecernos, que no queremos dejarnos caer incluso en el subconsciente.

Antes no creía en las depresiones clínicas, después creí y luego solo entendí que existen pero no son eternas. Ninguna dura para siempre. Hay, entonces, salvación. No estoy segura de la protección, porque ocurre sin darnos cuenta, aunque esto es solo cuestión de agnósticos. Pero todas las personas que están deprimidas todavía tienen chance, siempre lo tendrán. Ninguno de nosotros posee la convicción de dejarse morir de esa manera; si tu vida está en trance, puedes caerte para despertar. Se trata de abrir los ojos y darte cuenta de que algo estaba realmente mal.

Mientras escribía esta entrada tuve una epifanía, una mera revelación de lo que me sucede. Puse mi vida en pausa, mientras todos los demás avanzan... Todo es producto de una creencia. Empecé a pensar que mi vida aquí culminó y le podré dar play en San José. Quizás es porque empezaré a luchar por una beca, por la supervivencia, por una nueva vida. Amé Venezuela demasiado, me gocé muchísimo ser hija de esta patria perdida pero ya ando nadando en lo patético, rebuscando razones para permanecer aquí. Ya todos tienen su vida amorosa que está echando pa'lante, las pruebas en la Carabobo, el carro nuevo y yo... No. Simplemente no, un no rotundo que indica que tengo el pasaje en avión para la segunda semana de Julio.

Ahora es cuestión de observación y preparación para las carencias futuras. A donde vaya seguiré luchando con las mismas maldiciones de toda la vida, pero la motivación de alcanzar mis metas me impulsarán más que cualquier santo. Es esa sensación donde la perdición es un espanto llanero y se encuentra a la vuelta de la esquina, por lo que te genera un miedo terrible. Más que ser acechada por el Silbón. Ciertamente escuchamos el silbido de la perdición a lo lejos cuando está cerca, es ese miedo común de perdernos en el camino... Pero todos esperamos reencontrarnos con nosotros mismos cientos de veces. 

Será un placer apretarme la mano y verme a mí misma cuantas veces sean necesarias para entender que el aprendizaje no es un objetivo, es parte de uno.