domingo, 16 de diciembre de 2012

La falta de una metamorfosis.

Una mañana, tras un sueño intranquilo, Andrea Crespo se despertó convertida en la habitual y monstruosa versión de ella misma. 

Terrible ocurrrencia era despertar y darse cuenta de que nada había cambiado.

martes, 4 de diciembre de 2012

Se habla venezolano (desahogo)


Todos somos unos güevones. Partamos de esa premisa y salimos ya de ese peo.
Voy a hablar desde la experiencia porque es lo único que cualquiera lleva consigo. Y creo que todo este peo que cargo encima es la esencia de lo que significa la transculturización, la cual se entiende como “los procesos de difusión o infiltración de complejos o rasgos culturales de una a otra sociedad o grupo social”, dijo otro güevón como yo pero creo que fue a la universidad y terminó posteando la tesis en internet. No le vamos a echar la culpa a la globalización, porque este conflicto es milenario, y es que podemos rastrear esto hasta los colonizadores que se mancillaban a las indígenas y tal (vamos a verlo así, como una tortura, porque eso nos dicen los libros de historia de Venezuela, ya-tú-sabe-los-españoles-son-lo-peor-y-qué-viva-la-resistencia-indígena). Bueno, empiezo con el cuento. Yo me mudé a Costa Rica, me vine para acá sin saber un coño de nadie, de vaina y sabía quién era Óscar Arias, por los discursos y la vaina de paz en Centroamérica. Me vine por varias razones, pero eso no entra aquí, entonces como que borro esta línea. Mejor no. Me vine porque estaba harta de vivir cagadísima y porque surgió una oportunidad laboral para alguien en mi familia que era realmente importante. No quisiera decir que me fui por Chávez, aunque todo, realmente, gira entorno a su omnipotente presencia. No borré la línea. Esta soy yo sin filtro, cruda, desahogándome. Tres veces más vulgar. Porque en mi mente las groserías que digo se entienden y no me tengo que preocupar por que no sea así. Volvamos a eso. De eso quiero hablar: la transculturización. Resulta que yo quería hacer vainas muy de pinga en este país, incluso me instruí decentemente en su historia y en la centroamericana, para poder hablar con propiedad, ¿sabes? Entonces me quise involucrar. Pero algo estaba fallando. Era una barrera que no podía cruzar, como tener un murito pendejo enfrente y la escalerita al lado pero no saber si la quieres usar. 
La vaina es que no me entienden. Digo, tengo pocos amigos ticos y al inicio era de pinga que compartiéramos expresiones y aprendiéramos el argot del otro. Pero yo no usaba la jerga de los ticos y ellos no tenían por qué usar la mía, no estaban en mi país. Entonces por más cómico y buenavaina que suenen ciertas cosas, había ese factorcito de “siempre está hablando en otro registro”. No nos podíamos conectar. Era tan simple como remplazar el “necesito que me digas una vaina” por “ocupo (uy, cómo me caga el mal uso de esa palabra) que me digás algo”.
La cosa es que el venezolano le guarda cierto rencor a los que están afuera y ese güevo se lo tiene que calar uno, tolerar los tuits de la gente que rechaza la opinión de otros solo porque están lejos. Otros venezolanos, tienen la patria sumamente arraigada y no lo pueden ver a uno diciendo otra cosa que no sea “mira, ahí está el chigüire que va comiéndose una arepa y un tomándose un guayoyo con cocuy”. O cualquier variación de una vaina que suene muy nosotros. El caso es que los venezolanos les tienen arrechera a todos los venezolanos que se han ido y que se atreven a cambiar algunas palabritas. Pero es esencial, es básico, es fundamental: si no alteramos en lo más mínimo nuestro lenguaje cuando nos comunicamos con los nativos (podemos verlo como enriquecimiento, si somos optimistas) no vamos a poder transmitir un mensaje de la manera más efectiva. No estoy diciendo que voy a empezar a darle con el ustedeo en todas mis relaciones cercanas, porque me es ajeno y fingido, pero sí siento que hay expresiones ticas que debo usar porque mi vivencia fue tica. No puedo decir otra cosa que “eso es un despiche” si para mis interlocutores lo que sucedió es que se volvió mierda todo, un completo desastre: para ellos es esencialmente un despiche. No voy a decir, tampoco, “el acontecimiento alarmante consistió en la desestructuración de todos los elementos que fundamentaban el asunto a tratar”. ¡¿Por qué?! 
La comunicación es dinámica y bilateral. Y su propósito es expresar ideas, sentimientos, transmitir un mensaje. No gano nada al sucumbir a las amenazas de que me van a odiar mis coterráneos.  Sigo pensando que el español de Venezuela posee cierta supremacía, pero esa soy yo, por mojoneada y pajúa, y porque es el español que mejor sé expresar, es el mío. Pero ya esos estándares le quedan chiquitos al mundo y a este proceso transcultural.  La selección natural discute que los organismos que triunfan son aquellos superiores por su poder de adaptación. Ajá. Y si te mudas y no te adaptas, ¿no crees que te estés saboteando la existencia porque andas en un rollo mental donde sientes que estás sobreviviendo y no tripeándote vivir en el extranjero?
La transculturización tiene su buena vaina y su maltripeo. En parte, nos ayuda a sentir que no estamos solos ni aislados, y que estamos en constante movimiento evolucionario; podemos romper un montón de paradigmas, observarnos desde otra perspectiva y forjar cosas nuevas. Ser cosas nuevas, individuos listos para transitar el mundo. Pero también está esa parte chimba del sentimiento de invasión, donde una cultura siente que vino un poco de gente a montar el rancho en la finca de la noche a la mañana (paréntesis: esto no inició con Chávez, me ladilla burda cuando la habla taaantas güevonadas. Quien leyó Doña Bárbara en noveno grado porque se tomó el trabajo de hacerlo sabe que no es así. Hasta esa maldita le choripaneaba los terrenos de Altamira a Luzardo y se lo caribeaba durísimo al principio. Claro que la obra indica que contra esa vaina se lucha. Sigo. Cierre del paréntesis.) y es por eso que le agarran arrechera a los extranjeros. Los oriundos de la tierra sienten, en un afán retrógrado, que les están robando algo porque les caga la competencia y no ven los beneficios. 
Escribo esto porque me quiero sentir ciudadana del mundo, pero también quiero habitar mi propio cuerpo y expresarme, por un segundo, como me da la gana. Y en mi cabeza se habla venezolano. Suerte con esa vaina. Me entregaré momentáneamente al estereotipo que tenemos (el gastronómico, no el político) y me voy a comer una arepa. 
Fin del (quizás exitoso) comunicado.

La falta de una metamorfosis.

domingo, 16 de diciembre de 2012 · 0 comentarios

Una mañana, tras un sueño intranquilo, Andrea Crespo se despertó convertida en la habitual y monstruosa versión de ella misma. 

Terrible ocurrrencia era despertar y darse cuenta de que nada había cambiado.

Se habla venezolano (desahogo)

martes, 4 de diciembre de 2012 · 0 comentarios


Todos somos unos güevones. Partamos de esa premisa y salimos ya de ese peo.
Voy a hablar desde la experiencia porque es lo único que cualquiera lleva consigo. Y creo que todo este peo que cargo encima es la esencia de lo que significa la transculturización, la cual se entiende como “los procesos de difusión o infiltración de complejos o rasgos culturales de una a otra sociedad o grupo social”, dijo otro güevón como yo pero creo que fue a la universidad y terminó posteando la tesis en internet. No le vamos a echar la culpa a la globalización, porque este conflicto es milenario, y es que podemos rastrear esto hasta los colonizadores que se mancillaban a las indígenas y tal (vamos a verlo así, como una tortura, porque eso nos dicen los libros de historia de Venezuela, ya-tú-sabe-los-españoles-son-lo-peor-y-qué-viva-la-resistencia-indígena). Bueno, empiezo con el cuento. Yo me mudé a Costa Rica, me vine para acá sin saber un coño de nadie, de vaina y sabía quién era Óscar Arias, por los discursos y la vaina de paz en Centroamérica. Me vine por varias razones, pero eso no entra aquí, entonces como que borro esta línea. Mejor no. Me vine porque estaba harta de vivir cagadísima y porque surgió una oportunidad laboral para alguien en mi familia que era realmente importante. No quisiera decir que me fui por Chávez, aunque todo, realmente, gira entorno a su omnipotente presencia. No borré la línea. Esta soy yo sin filtro, cruda, desahogándome. Tres veces más vulgar. Porque en mi mente las groserías que digo se entienden y no me tengo que preocupar por que no sea así. Volvamos a eso. De eso quiero hablar: la transculturización. Resulta que yo quería hacer vainas muy de pinga en este país, incluso me instruí decentemente en su historia y en la centroamericana, para poder hablar con propiedad, ¿sabes? Entonces me quise involucrar. Pero algo estaba fallando. Era una barrera que no podía cruzar, como tener un murito pendejo enfrente y la escalerita al lado pero no saber si la quieres usar. 
La vaina es que no me entienden. Digo, tengo pocos amigos ticos y al inicio era de pinga que compartiéramos expresiones y aprendiéramos el argot del otro. Pero yo no usaba la jerga de los ticos y ellos no tenían por qué usar la mía, no estaban en mi país. Entonces por más cómico y buenavaina que suenen ciertas cosas, había ese factorcito de “siempre está hablando en otro registro”. No nos podíamos conectar. Era tan simple como remplazar el “necesito que me digas una vaina” por “ocupo (uy, cómo me caga el mal uso de esa palabra) que me digás algo”.
La cosa es que el venezolano le guarda cierto rencor a los que están afuera y ese güevo se lo tiene que calar uno, tolerar los tuits de la gente que rechaza la opinión de otros solo porque están lejos. Otros venezolanos, tienen la patria sumamente arraigada y no lo pueden ver a uno diciendo otra cosa que no sea “mira, ahí está el chigüire que va comiéndose una arepa y un tomándose un guayoyo con cocuy”. O cualquier variación de una vaina que suene muy nosotros. El caso es que los venezolanos les tienen arrechera a todos los venezolanos que se han ido y que se atreven a cambiar algunas palabritas. Pero es esencial, es básico, es fundamental: si no alteramos en lo más mínimo nuestro lenguaje cuando nos comunicamos con los nativos (podemos verlo como enriquecimiento, si somos optimistas) no vamos a poder transmitir un mensaje de la manera más efectiva. No estoy diciendo que voy a empezar a darle con el ustedeo en todas mis relaciones cercanas, porque me es ajeno y fingido, pero sí siento que hay expresiones ticas que debo usar porque mi vivencia fue tica. No puedo decir otra cosa que “eso es un despiche” si para mis interlocutores lo que sucedió es que se volvió mierda todo, un completo desastre: para ellos es esencialmente un despiche. No voy a decir, tampoco, “el acontecimiento alarmante consistió en la desestructuración de todos los elementos que fundamentaban el asunto a tratar”. ¡¿Por qué?! 
La comunicación es dinámica y bilateral. Y su propósito es expresar ideas, sentimientos, transmitir un mensaje. No gano nada al sucumbir a las amenazas de que me van a odiar mis coterráneos.  Sigo pensando que el español de Venezuela posee cierta supremacía, pero esa soy yo, por mojoneada y pajúa, y porque es el español que mejor sé expresar, es el mío. Pero ya esos estándares le quedan chiquitos al mundo y a este proceso transcultural.  La selección natural discute que los organismos que triunfan son aquellos superiores por su poder de adaptación. Ajá. Y si te mudas y no te adaptas, ¿no crees que te estés saboteando la existencia porque andas en un rollo mental donde sientes que estás sobreviviendo y no tripeándote vivir en el extranjero?
La transculturización tiene su buena vaina y su maltripeo. En parte, nos ayuda a sentir que no estamos solos ni aislados, y que estamos en constante movimiento evolucionario; podemos romper un montón de paradigmas, observarnos desde otra perspectiva y forjar cosas nuevas. Ser cosas nuevas, individuos listos para transitar el mundo. Pero también está esa parte chimba del sentimiento de invasión, donde una cultura siente que vino un poco de gente a montar el rancho en la finca de la noche a la mañana (paréntesis: esto no inició con Chávez, me ladilla burda cuando la habla taaantas güevonadas. Quien leyó Doña Bárbara en noveno grado porque se tomó el trabajo de hacerlo sabe que no es así. Hasta esa maldita le choripaneaba los terrenos de Altamira a Luzardo y se lo caribeaba durísimo al principio. Claro que la obra indica que contra esa vaina se lucha. Sigo. Cierre del paréntesis.) y es por eso que le agarran arrechera a los extranjeros. Los oriundos de la tierra sienten, en un afán retrógrado, que les están robando algo porque les caga la competencia y no ven los beneficios. 
Escribo esto porque me quiero sentir ciudadana del mundo, pero también quiero habitar mi propio cuerpo y expresarme, por un segundo, como me da la gana. Y en mi cabeza se habla venezolano. Suerte con esa vaina. Me entregaré momentáneamente al estereotipo que tenemos (el gastronómico, no el político) y me voy a comer una arepa. 
Fin del (quizás exitoso) comunicado.