sábado, 18 de diciembre de 2010

¡Tiempo del desglose!

En una nube de egocentrismo, cinismo y misantropía; con ánimos de desvirtuar todas aquellas expresiones que quisieron engañarnos, comienza este post, iniciativa suicida y final decepcionante.

"...Se quedó en el olvido": Seguramente se han encontrado en "el olvido". Todo el mundo te manda para allá, pero nunca saben dónde realmente queda. Yo tampoco. Solo sé que es un callejón frío y solo, eternamente oscuro. Sabemos que hay miles en el mismo sitio, pero no podemos verlos, porque sinceramente ya nada nos une. Quien te mande para El Olvido, es tremendo coño de madre.

"Esto es para siempre": A todos les han confiado un corazón, pero como viene se va, se esfuma y nunca llegamos a verlo realmente. Fue como ir a una oficina postal, comprar unas estampillas y firmar un destino desconocido. La verdad, nunca estuve de acuerdo en enviarle ese paquete a Siempre. Esa muchacha siempre le devolvía el corazón al hombre, cartera ingrata.

"Ese tipo me parte": Parece lo suficientemente coloquial y divertida, hasta pasa desapercibida. Cuidado, de veras el amor te parte. Va de la mano con "amores que matan". ¡Ay! Esto también es cierto: Dejas de ser quien eres y por más indivisible que digan que es uno (dicen por ahí que eres materia indivisible), igualmente se llevan una parte de ti y por consiguiente, te parten, matándote de alguna u otra forma.

"Estás muerto para mí": Nadie está muerto para nadie. No sean idiotas, aunque te entregues a la negligencia por protección, el recuerdo persigue. El recuerdo es el criminal más hábil, de alguna manera logra infiltrarse en tu mente, asaltar el lugar más recóndito, acechar cada una de tus ideas y mantener vivo a esa persona por lo que te queda de vida.

Puñales

Pongo un pie en el vacío. Bajo la cabeza ante las lanzas sublimes. Estoy siendo acorralada por martirios comunes, ataduras que no cesan hasta el día de mi muerte. Entonces decido quitarme las prendas que me regaló el hombre que en algún tiempo decidí amar; junto con las cadenas que pesaban sobre mi nuca, fabricadas por ilusiones antiguas. Y con el vapor de mi ignorancia, me retiro ambos. Mis manos se sienten más ligeras, mi corazón es capaz de saltar en las mismas y no tener miedo de resbalar. Las prendas caen, las cadenas caen. Mi mirada cae. Todavía siento los cuchillos fríos sobre mi espalda, atravesando cada parte de mi piel. Y entonces, en un instante no tan remoto, siento las gotas deslizándose bajo mi cuerpo; cada una, resonando en mis oídos. La tortura establecida regresa, mi mirada tendía a examinarme en tiempos anteriores. Alguna vez, decidí mirar. Pero no hoy. Antiguas persianas que me acompañaron desde que nací, bloqueaban la ventana. No podía ver.

Empecé a acostumbrarme, los puñales en mi espalda se tornaban recurrentes en todo momento. Las gotas seguían recorriendo mi cuerpo, mi vida se iba junto con ellas en el mismo carril de la desesperación. Mis manos comenzaban a sentirse suaves, acariciaban cada parte de mi cuerpo. Eran desconocidas hasta el día de hoy. Nos encontrábamos de nuevo, después de tanto tiempo. Mi cabello comenzaba a sentirse empapado, los cuchillos nos habían alcanzado a ambos. Logré alzar de nuevo la mirada, mis párpados se abrieron para enfrentar el terror. Me percaté de la luz, ya me estaba esperando. Mi mundo, mi corazón, mi fantasía y mis afectos cambiaron; yo era una persona distinta. Completamente diferente, hipnotizada por la luz que no dejaba de penetrar mis ojos diáfanos. Dejé de existir en ese momento. La oscuridad regresaba.

Logré dar un paso al frente, y mis manos buscaban con pasión aquello que me salvaría la vida. Una de ellas, alcanzó a tocar el grifo mientras la otra agonizaba por la tela. Mi mano giró sobre el metal frío, y los puñales cesaron. La tela limpiaba y adoraba mi cuerpo. No volví a ser la misma.

Ama et quod vis fac

Un bostezo taciturno logró fulminar la ligereza que mantenía su vigilia y por fin se sentía completamente despierto. Lúgubre se veía el paisaje de su habitación, su cuerpo finalmente erguido hacía crujir la madera bajo sus pies, sus pasos se hacían consecuentes mientras buscaba a tientas su presa en la habitación contigua y en algún lugar estaría esperando el alma de su posesión temporal, a veces era más que eso. Para ella, el amor había dejado rastros por todas las paredes, una condena eterna que la mantendría en su lugar por siempre; junto al muro yacía su cuerpo desnudo. Sendas muñecas habrían tenido apariencia juguetona alguna vez, justo antes de ser partícipes de los estragos del óxido, las ataduras evolucionaban en tortura y todos los instantes se volvían eternos. Suspiros flotaban tétricos, ninguno de ellos pudo discernir si realmente se trataba de amor.

En el momento que su mirada tocó la de ella, cuatro lanzas anunciaron que era el final y se sabría más adelante que había sido un acuerdo mutuo. Ambos pies descalzos tocaban su sombra y la muerte pasó saludando cada una de las caras familiares entre ellos. De tantos amigos que poseía, arribó el pánico y ahogándose de risa la envolvían en el abismo del terror. Sin titubear, volcó su cuerpo desnudo para poder ver su rostro y las manos violentas partieron las piernas gélidas. Un gemido sordo se apoderó de su mente y sólo lograba perturbarlo más; incitaba, invitaba, no había lugar para vacilaciones. La repulsión que sentía por el cuerpo magullado la hacía irresistible, había sido suya tantas veces. La ropa propia iba cayendo con gentileza, debía permanecer intacto, él era la pureza y ella sólo recibía la mejor parte de su dios. Al empezar, sus manos volaron a su cara y un bofetón nuevo no traía nada distinto a su relación. Se aferró a sus caderas firmemente, apenas la sentía presente en las efímeras representaciones de su cariño; cada vez que arremetía contra ella, sentía su cuerpo temblar, conociéndola sabía que podía aguantarlo.

Su voz se hallaba escondida entre gritos absurdos, sabía que su desnudez por primera vez no era natural y después de expresarse, ella misma sentía que ya no le pertenecía al hombre que juró amar. Su condición de vestal la iba recuperando poco a poco, para él cada vez se tornaba más inalcanzable. La mujer que alguna vez fue la quimera del amor, se iba desvirtuando ante sus ojos y gradualmente se borraba la sonrisa del ahora atacante, el impacto catastrófico se topaba con el cuerpo virginal de su amada. Negando el arrebato de su inocencia, encontró la despedida y nunca supo realmente de donde partía la premisa del amor, justicia nunca mandó en una relación como aquella. Abandonó la habitación al reconocer que ya nada quedaba de aquella mujer que en algún tiempo fue suya y al volverse, sólo una tela negra azabache recubría la madera del suelo que presenció la gloria de tantos tiempos, todo había terminado. Permaneció intacta, hasta que se escuchó el último aliento expirado por una mujer que prometió amar hasta la muerte, no importaba si el hallazgo de la misma había sido tempestuoso.

 Titulado "Ama y haz lo que quieras" originalmente.

¡Tiempo del desglose!

sábado, 18 de diciembre de 2010 · 2 comentarios

En una nube de egocentrismo, cinismo y misantropía; con ánimos de desvirtuar todas aquellas expresiones que quisieron engañarnos, comienza este post, iniciativa suicida y final decepcionante.

"...Se quedó en el olvido": Seguramente se han encontrado en "el olvido". Todo el mundo te manda para allá, pero nunca saben dónde realmente queda. Yo tampoco. Solo sé que es un callejón frío y solo, eternamente oscuro. Sabemos que hay miles en el mismo sitio, pero no podemos verlos, porque sinceramente ya nada nos une. Quien te mande para El Olvido, es tremendo coño de madre.

"Esto es para siempre": A todos les han confiado un corazón, pero como viene se va, se esfuma y nunca llegamos a verlo realmente. Fue como ir a una oficina postal, comprar unas estampillas y firmar un destino desconocido. La verdad, nunca estuve de acuerdo en enviarle ese paquete a Siempre. Esa muchacha siempre le devolvía el corazón al hombre, cartera ingrata.

"Ese tipo me parte": Parece lo suficientemente coloquial y divertida, hasta pasa desapercibida. Cuidado, de veras el amor te parte. Va de la mano con "amores que matan". ¡Ay! Esto también es cierto: Dejas de ser quien eres y por más indivisible que digan que es uno (dicen por ahí que eres materia indivisible), igualmente se llevan una parte de ti y por consiguiente, te parten, matándote de alguna u otra forma.

"Estás muerto para mí": Nadie está muerto para nadie. No sean idiotas, aunque te entregues a la negligencia por protección, el recuerdo persigue. El recuerdo es el criminal más hábil, de alguna manera logra infiltrarse en tu mente, asaltar el lugar más recóndito, acechar cada una de tus ideas y mantener vivo a esa persona por lo que te queda de vida.

Puñales

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Pongo un pie en el vacío. Bajo la cabeza ante las lanzas sublimes. Estoy siendo acorralada por martirios comunes, ataduras que no cesan hasta el día de mi muerte. Entonces decido quitarme las prendas que me regaló el hombre que en algún tiempo decidí amar; junto con las cadenas que pesaban sobre mi nuca, fabricadas por ilusiones antiguas. Y con el vapor de mi ignorancia, me retiro ambos. Mis manos se sienten más ligeras, mi corazón es capaz de saltar en las mismas y no tener miedo de resbalar. Las prendas caen, las cadenas caen. Mi mirada cae. Todavía siento los cuchillos fríos sobre mi espalda, atravesando cada parte de mi piel. Y entonces, en un instante no tan remoto, siento las gotas deslizándose bajo mi cuerpo; cada una, resonando en mis oídos. La tortura establecida regresa, mi mirada tendía a examinarme en tiempos anteriores. Alguna vez, decidí mirar. Pero no hoy. Antiguas persianas que me acompañaron desde que nací, bloqueaban la ventana. No podía ver.

Empecé a acostumbrarme, los puñales en mi espalda se tornaban recurrentes en todo momento. Las gotas seguían recorriendo mi cuerpo, mi vida se iba junto con ellas en el mismo carril de la desesperación. Mis manos comenzaban a sentirse suaves, acariciaban cada parte de mi cuerpo. Eran desconocidas hasta el día de hoy. Nos encontrábamos de nuevo, después de tanto tiempo. Mi cabello comenzaba a sentirse empapado, los cuchillos nos habían alcanzado a ambos. Logré alzar de nuevo la mirada, mis párpados se abrieron para enfrentar el terror. Me percaté de la luz, ya me estaba esperando. Mi mundo, mi corazón, mi fantasía y mis afectos cambiaron; yo era una persona distinta. Completamente diferente, hipnotizada por la luz que no dejaba de penetrar mis ojos diáfanos. Dejé de existir en ese momento. La oscuridad regresaba.

Logré dar un paso al frente, y mis manos buscaban con pasión aquello que me salvaría la vida. Una de ellas, alcanzó a tocar el grifo mientras la otra agonizaba por la tela. Mi mano giró sobre el metal frío, y los puñales cesaron. La tela limpiaba y adoraba mi cuerpo. No volví a ser la misma.

Ama et quod vis fac

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Un bostezo taciturno logró fulminar la ligereza que mantenía su vigilia y por fin se sentía completamente despierto. Lúgubre se veía el paisaje de su habitación, su cuerpo finalmente erguido hacía crujir la madera bajo sus pies, sus pasos se hacían consecuentes mientras buscaba a tientas su presa en la habitación contigua y en algún lugar estaría esperando el alma de su posesión temporal, a veces era más que eso. Para ella, el amor había dejado rastros por todas las paredes, una condena eterna que la mantendría en su lugar por siempre; junto al muro yacía su cuerpo desnudo. Sendas muñecas habrían tenido apariencia juguetona alguna vez, justo antes de ser partícipes de los estragos del óxido, las ataduras evolucionaban en tortura y todos los instantes se volvían eternos. Suspiros flotaban tétricos, ninguno de ellos pudo discernir si realmente se trataba de amor.

En el momento que su mirada tocó la de ella, cuatro lanzas anunciaron que era el final y se sabría más adelante que había sido un acuerdo mutuo. Ambos pies descalzos tocaban su sombra y la muerte pasó saludando cada una de las caras familiares entre ellos. De tantos amigos que poseía, arribó el pánico y ahogándose de risa la envolvían en el abismo del terror. Sin titubear, volcó su cuerpo desnudo para poder ver su rostro y las manos violentas partieron las piernas gélidas. Un gemido sordo se apoderó de su mente y sólo lograba perturbarlo más; incitaba, invitaba, no había lugar para vacilaciones. La repulsión que sentía por el cuerpo magullado la hacía irresistible, había sido suya tantas veces. La ropa propia iba cayendo con gentileza, debía permanecer intacto, él era la pureza y ella sólo recibía la mejor parte de su dios. Al empezar, sus manos volaron a su cara y un bofetón nuevo no traía nada distinto a su relación. Se aferró a sus caderas firmemente, apenas la sentía presente en las efímeras representaciones de su cariño; cada vez que arremetía contra ella, sentía su cuerpo temblar, conociéndola sabía que podía aguantarlo.

Su voz se hallaba escondida entre gritos absurdos, sabía que su desnudez por primera vez no era natural y después de expresarse, ella misma sentía que ya no le pertenecía al hombre que juró amar. Su condición de vestal la iba recuperando poco a poco, para él cada vez se tornaba más inalcanzable. La mujer que alguna vez fue la quimera del amor, se iba desvirtuando ante sus ojos y gradualmente se borraba la sonrisa del ahora atacante, el impacto catastrófico se topaba con el cuerpo virginal de su amada. Negando el arrebato de su inocencia, encontró la despedida y nunca supo realmente de donde partía la premisa del amor, justicia nunca mandó en una relación como aquella. Abandonó la habitación al reconocer que ya nada quedaba de aquella mujer que en algún tiempo fue suya y al volverse, sólo una tela negra azabache recubría la madera del suelo que presenció la gloria de tantos tiempos, todo había terminado. Permaneció intacta, hasta que se escuchó el último aliento expirado por una mujer que prometió amar hasta la muerte, no importaba si el hallazgo de la misma había sido tempestuoso.

 Titulado "Ama y haz lo que quieras" originalmente.