sábado, 19 de octubre de 2013

Carta tardía en medio del desasosiego

Necesito desahogarme, lo cual inevitablemente es un atajo para ahogarme. Patalear desesperadamente en el océano no te saca de la tempestad. Escribo porque no sé cómo caminar ahora. Olvidé qué incita mis pasos. No sé cómo avanzar sin extender una mano hacia atrás para que me alcances, ni seguirte si no estás guiándome. A veces me cuesta batallar contra la circunstancia, los husos horarios, el verano que derrite los huesos de tus caderas y la tinta que no se desliza tan fácilmente sobre el papel.  No sé cepillarme los dientes sin la sorpresa del agua tibia, no sé cómo dejar de buscarte en el vapor. No he querido lavar mi cabello, las hebras buscarían enredarse entre tus dedos para aferrarse al recuerdo de la última lavada por tus manos.

Dejé de saber las cosas. Dejé de conocerlo todo, pues tiré todo y saqué todo de mí para andar únicamente con tu recuerdo. Debería ser ilegal caminar por este planeta con tanta certeza, aun dentro de todo lo indefinido e indefinible. Ya no hay incertidumbre recorriendo mi espina dorsal. Ya no me abruma el escalofrío que antecede al miedo. Ahora sé que estás, sé que existes; aunque ya no estén tus manos, ni tus besos, ni tus caricias. Pero estás. Estuviste. Estuvimos. Y estoy. Por primera vez, soy un náufrago que sabe que solo es cuestión de tiempo hasta encontrar tierra. Y esa es la mayor diferencia entre quienes están perdidos y quienes solo están viviendo una aventura.

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Carta tardía en medio del desasosiego

sábado, 19 de octubre de 2013 ·

Necesito desahogarme, lo cual inevitablemente es un atajo para ahogarme. Patalear desesperadamente en el océano no te saca de la tempestad. Escribo porque no sé cómo caminar ahora. Olvidé qué incita mis pasos. No sé cómo avanzar sin extender una mano hacia atrás para que me alcances, ni seguirte si no estás guiándome. A veces me cuesta batallar contra la circunstancia, los husos horarios, el verano que derrite los huesos de tus caderas y la tinta que no se desliza tan fácilmente sobre el papel.  No sé cepillarme los dientes sin la sorpresa del agua tibia, no sé cómo dejar de buscarte en el vapor. No he querido lavar mi cabello, las hebras buscarían enredarse entre tus dedos para aferrarse al recuerdo de la última lavada por tus manos.

Dejé de saber las cosas. Dejé de conocerlo todo, pues tiré todo y saqué todo de mí para andar únicamente con tu recuerdo. Debería ser ilegal caminar por este planeta con tanta certeza, aun dentro de todo lo indefinido e indefinible. Ya no hay incertidumbre recorriendo mi espina dorsal. Ya no me abruma el escalofrío que antecede al miedo. Ahora sé que estás, sé que existes; aunque ya no estén tus manos, ni tus besos, ni tus caricias. Pero estás. Estuviste. Estuvimos. Y estoy. Por primera vez, soy un náufrago que sabe que solo es cuestión de tiempo hasta encontrar tierra. Y esa es la mayor diferencia entre quienes están perdidos y quienes solo están viviendo una aventura.

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