martes, 18 de febrero de 2014

El día interminable

Valencia, 12 de febrero del 2014


Desde que llegué, solo he sentido un profundo pesar por mi país. Primero, tuve que físicamente combatir gente por unos potes de leche. Hacer filas interminables y búsquedas exhaustivas. Tuve que conformarme con el hecho de que hay cosas que simplemente no voy a conseguir. Conformarme con que se vaya el agua. Conformarme con los apagones. Conformarme con la paranoia que siento cada vez que salgo a la calle y al volver antes de que se oculte el sol, aunque no haga mucha diferencia. Conformarme con ver militares en un supermercado, conformarme con ver militares en todos lados. Conformarme con que el dinero no valga nada. Conformarme con cada propaganda en las calles donde Chávez es el Libertador y la revolución de la miseria para todos se proclama eterna. Conformarme con el miedo. Conformarme con el discurso de odio y la división. Conformarme con la desesperación. Conformarme con la patria, aunque la muerte y el hambre no tengan color político.
No obstante, puedo afirmar que estamos cansados. Estamos hartos de conformarnos.
A los valientes que perdieron su vida para hacerse escuchar solo puedo decirles que lo siento. Pero entiendo que su último acto de valor fue conformarse con la muerte, con su sangre, para no ser olvidados por ninguno de nosotros. Lamento que hayan tenido que conformarse. Todos temblamos ante la visión de unas manos blancas teñidas de rojo.
Lamento todo. Me duelen y me duele la conformidad. Pero su voz resuena en los oídos de la resistencia, y aunque la esperanza se deforme con cada atentado contra nosotros, su voz perdurará. Cada fondo es más profundo y nos encontraremos a nosotros mismos. Pero los estamos esperando en la Venezuela que ustedes soñaron. Se la estamos prometiendo. Y serán libres.

Lo siento tanto.

0 comentarios:

Publicar un comentario

El día interminable

martes, 18 de febrero de 2014 ·

Valencia, 12 de febrero del 2014


Desde que llegué, solo he sentido un profundo pesar por mi país. Primero, tuve que físicamente combatir gente por unos potes de leche. Hacer filas interminables y búsquedas exhaustivas. Tuve que conformarme con el hecho de que hay cosas que simplemente no voy a conseguir. Conformarme con que se vaya el agua. Conformarme con los apagones. Conformarme con la paranoia que siento cada vez que salgo a la calle y al volver antes de que se oculte el sol, aunque no haga mucha diferencia. Conformarme con ver militares en un supermercado, conformarme con ver militares en todos lados. Conformarme con que el dinero no valga nada. Conformarme con cada propaganda en las calles donde Chávez es el Libertador y la revolución de la miseria para todos se proclama eterna. Conformarme con el miedo. Conformarme con el discurso de odio y la división. Conformarme con la desesperación. Conformarme con la patria, aunque la muerte y el hambre no tengan color político.
No obstante, puedo afirmar que estamos cansados. Estamos hartos de conformarnos.
A los valientes que perdieron su vida para hacerse escuchar solo puedo decirles que lo siento. Pero entiendo que su último acto de valor fue conformarse con la muerte, con su sangre, para no ser olvidados por ninguno de nosotros. Lamento que hayan tenido que conformarse. Todos temblamos ante la visión de unas manos blancas teñidas de rojo.
Lamento todo. Me duelen y me duele la conformidad. Pero su voz resuena en los oídos de la resistencia, y aunque la esperanza se deforme con cada atentado contra nosotros, su voz perdurará. Cada fondo es más profundo y nos encontraremos a nosotros mismos. Pero los estamos esperando en la Venezuela que ustedes soñaron. Se la estamos prometiendo. Y serán libres.

Lo siento tanto.

0 comentarios: